sábado, noviembre 15, 2008

Reunión


Escrito por Francisco Campillo

La reunión se prolongaba, una de las caras bostezó, pude observar el feo interior de la boca, qué hacer me dije, y escribí la pregunta en mi libreta, nada tenía que ver esa pregunta con la reunión pero la escribí, hubiera querido escribir otra cosa, pero la cara había terminado de bostezar y me dirigía un cierto discurso. Tienes que estar atento, me dije, no te puedes distraer ahora pensando en que no te puedes distraer. Al final la cara que me hablaba me solicitó la respuesta, los otros asistentes a la reunión me miraron, qué puedo decir, les dije, habría que hacer un mapa de la pertinencia para ubicar la zona álgida. La hueca frase al parecer estuvo gramaticalmente bien hecha, porque de inmediato empezó una discusión sobre el mapa, trazarlo no era fácil, alguien argumentó algo sobre el espesor de la comunicabilidad según un tal Habermas, los demás lo miraron como se miraría a una rana si de pronto dijera Habermas, la comunicabilidad estaba garantizada, dijo alguien en un tono que mezclaba el disgusto y la autoridad. Ello tensionó la reunión, algo se iba a desgarrar, la verdad me sentí enfermo, a esas altura de la reunión francamente no sabía de qué demonios se hablaba, obviamente nadie podía saberlo, debía aguantar a fondo hasta el remoto final de la reunión, hacer como que entendía todo, menos mal que había una ventana abierta que me permitía ver los árboles del parque Caldas, pero pronto mi mirada se tornó tan pesada que vi los árboles completamente secos, sin hojas, un espectáculo verdaderamente feo, la gente miraban la catástrofe de esos árboles y parecían a punto de ponerse a llorar, yo tomé un apunte en mi libreta, algo relacionado con una cierta «fractura del cosmos», seguramente porque una de las voces proponía discutir más a fondo el proyecto, encontrarle la «fractura presupuestal», o algo así, el segundero de mi reloj parecía empujado por una tortuga moribunda a través de un desierto, en las paredes de la habitación no había mucho que mirar salvo las monstruosas caras de los ex presidentes, por eso terminé escrutando por enésima vez La Torre del Reloj, cuyo reloj, extraña casualidad, tenía la misma hora que mi reloj, la coincidencia me pareció maléfica, entonces levanté la mano, les dije que mi reloj y el reloj de La Torre del Reloj acaban de tener la misma hora, y no sé por qué, ello fue interpretado como que yo reclamaba el refrigerio de la media tarde dado que la reunión se prolongaba más allá de la muerte y la verdad era que había un hueco oscuro en los intestinos y los rostros de los ex presidentes me miraban como en el infierno.

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