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sábado, noviembre 28, 2009

LOS AVATARES DE LA PAZ




Por: Jorge Muñoz Fernández
Pensar la paz, o las paces, nos remite con frecuencia a los principios de la humanidad, a la primeras sociedades humanas, incluso al mítico edén que prevalece en la cultura judeocristiana.


Ni la paz ni la guerra nacieron de manera espontanea en la mente de los seres humanos. Cuando las relaciones sociales de producción se tornaron más complejas y alguien dijo: “esto es mío”, y para garantizar el goce, uso, disfrute e intercambio de lo despojado usó el hacha de piedra, se abrió el camino para que la lanza, el acero, el cuchillo, el ejército, la caballería, la pólvora, la fuerza naval, el fusil, la aviación y la bomba atómica, en defensa de la propiedad, allanaran las sendas de la guerra, y con ello el uso del poder para excluir a millones de seres humanos del derecho a vivir en paz. La codicia, el egoísmo y la concupiscencia, nacidas en el seno de sistemas sociales inicuos, se encargarían del resto.



Y es evidente que la paz no ha existido siempre como la concebimos ahora, como la pensamos hoy, o la vivimos frágilmente. Como imaginario de representaciones simbólicas, de bondades, justicia y valores, la paz era inexistente y solo se entendía como ausencia de la guerra. Sólo a partir del siglo pasado se la incluyó en la agenda de las aspiraciones forzosas de la humanidad.



Las últimas guerras y específicamente las mundiales, el holocausto de Vietnam, las guerras de Centroamérica, las guerras desdeñadas, como la de Colombia, el conflicto del Oriente Medio, y la amenaza que aún se cierne sobre millones de seres humanos, han hecho que las preocupaciones bélicas, con su dinámica de agresiones sedan su paso a la lucha por la paz, que incluye la lucha por la justicia, el medio ambiente, la educación, la igualdad de género, la tolerancia, la salud, el bienestar y, fundamentalmente, la participación protagónica de los ciudadanos en su construcción.



Y no resulta sorprendente que la paz y la guerra, como hermanas siamesas, haya saltado a la palestra histórica provistas de ideología. Razones éticas y filosóficas a favor de la paz y de la no violencia, y argumentos fatídicos y siniestros en pro de la guerra.



Durante los tiempos de “La Paz de Dios”, en el temprano medioevo, se la identificada como cobardía. Asumirla era una conducta vergonzosa, tanto que la ética del caballero giraba en ser guerrero y ser cristiano, curiosamente no tan opuesta a la ética contemporánea de los gobernantes autoritarios, que han justificado la guerra, incluida la carnicería preventiva, para mantener el liderazgo, el poder y el concepto de Nación.



Para evitar prejuicios excluyamos al Presidente Barack Hussein Obama del cuestionamiento a la versión norteamericana presidencial de los Nobeles de la Paz, por cuanto aún tiene tiempo para decidir que los marines que hacen la guerra en el mundo regresen a casa, basta acudir a la era “wilsoniana” para reflexionar sobre los artificios de la paz. El presidente Thomas Wilson solía decir en sus intervenciones: “Hay que defender la paz a todo trance, incluso con la guerra,… en América los gobiernos deben estar en manos de los buenos”, y, para que no quedara duda de sus bondades bélicas, ordenó invadir a México, República Dominicana y Haití, que, para esa época, estaban “en manos de los malos”. Wilson calló frente al fascismo en Europa y quizás por su maniqueísmo frente a la matanza de la humanidad, Oslo le otorgó el Premio Nobel de la Paz en 1.921.



Caracas DC, noviembre 23 de 2.009

jorgemuñoz@canada.com

lunes, enero 05, 2009

PRIMEROS CASERIOS DE POPAYÁN


JORGE MUÑOZ FERNANDEZ

Carta a Esperanza




Apreciada Esperanza, espérame, habitualmente mi paso es rápido pero esta vez te pido que vayas conmigo, pues no soporto que camines más allá de tus propios deseos. Vamos juntos.



Al comenzar el año confieso que no te veo bien, y no se trata de empezar a hacerte recriminaciones. Descubro que te veo maltrecha, se nota el deterioro de tu cuerpo, también el mármol se arruga, aunque lo fundamental, lo ineluctable de ti, es que conservas intacto el optimismo, que es lo que al fin y al cabo te permite vivir altiva y admirada por todos y por todas.



De tanto andar pisando territorios incendiados tienes los pies hinchados, y pareciera que a veces caminaras por campos y laberintos urbanos sin que encuentres salidas.



Cae otra piel, cae otro año, cae otro calendario, cae otro ciclo, pero ahí sigues, siempre la misma, aún en tiempos en que el futuro del mundo pudiera ser humillado por el desamparo.

Te mantienes firme, Esperanza, por eso haces parte de mi piel, de mis sueños, de mis equivocaciones y mis retos. Sumergida en las mareas del espíritu, en las tempestades del orbe, en los terrenos movedizos del abatimiento, siempre sales airosa, siempre la misma, igual que cuando caminas sobre arena hirviendo o te abres paso por senderos despejados. Lo mismo te da caminar con zapatos de piedra.



A tu lado viajan los hombres y mujeres que sufren y creen en ti, no importa que tengan el corazón a la izquierda o la derecha, te resistes, sí, a vivir en libertad, a querer en libertad, a soñar en libertad, sin que nada ni nadie te aprisione.



De alguna manera eres anarquista, nada con el presente, todo contra la dictadura del pasado. No te vas bien con los que hacen el papel de Sísifo, ni transitas por los caminos de los bestiarios del remordimiento. Por eso, Esperanza, eres fuerza vital que obliga a soñar y convivir contigo.



Cuando los peones caen, cuando los caballos se desploman, cuando las torres se derrumban, cuando los alfiles no señalan caminos y cuando los reyes huyen, eres la única que canta. No sabes ni has intentado nunca enrocar el odio y el amor.



Los de abajo creen en ti. Cuando desenvainas la espada de la justicia social y sales al encuentro del alba, te siguen hasta el triunfo porque eres profeta del amanecer. Fresca está la historia del mundo.



Un año más para que enciendas los deseos aplazados de las gentes, para que los desahuciados de la tierra no sean aniquilados como seres anónimos, o caigan diezmados por los misiles del hambre. Mantén siempre alta la confianza.



Esperanza, no nos abandones el año que comienza, sé irreductible, terca, testaruda, mejor si eres desde ya cabeza dura, tú que nunca has comido el polvo de las derrotas, enséñanos a los colombianos y colombianas cómo se hace una ajuste de cuentas sin muertos, en paz, sin la miseria moral de los ajusticiamientos y el repugnante sobresalto del secuestro, pero, sobre todo, sin hambre, para que las armas regresen a los cuarteles, abandonen la quimera de los campamentos y permitan la fiesta asombrosa de la azada.



Comprométete, Esperanza, a caminar con la vida, para que el amor no sea un tren con regreso, para que al final del Año que comienza no haya que incinerar, ni degollar los íconos y los fetiches que simbolizan la soberbia y el delirio de los enemigos irracionales de la paz y la fraternidad entre todos los seres humanos.



Ah, no te olvides que este año debes continuar acompañando a las víctimas y a quienes sin tregua levantan los huesos de la tierra para que las flores no nazcan negras en los territorios de la Nación.



Posdata: Entrégale este año a las colombianas y colombianos las coordenadas exactas de la justicia social y verás que sí es posible pensar en reinventar un país donde la misión del poder no sea la de salvar a unos y desproteger a otros, para ser todos y todas felices.



jorgemuñoz@canada.com

sábado, enero 03, 2009

Fascinante y conmovedora historia

JORGE MUNOZ FERNANDEZ
Fascinante y conmovedora historia

Nadie que inspire tanto respeto como Jesús, cuya vida nos conmueve desde su nacimiento hasta la muerte. Hijo de una mujer valerosa y gallarda, que asumió su compromiso de vida con estoicismo, serenidad y temple, propios de su estirpe palestina.
María fue víctima de una de la más sórdida conducta humana: el chisme, que convierte a sus autores en seres moralmente depravados. Podemos imaginarnos las miradas de desprecio de que fuera objeto por ser una mujer que convivía con un artesano, superior en edad, cuya misión era la de simular, socialmente, su condición social de esposo. Viejo cándido y cornudo. “No digas nada, pero me han dicho...dicen por ahí que Jesús no es hijo de José”...
De niño, Jesús de Nazaret, antes de trascender los más altos designios de su misión redentora, era mirado con desprecio, como todos los niños que venían al mundo sin la bendición social de la cultura y valores impuestos por los sumos sacerdotes. Y no era para más, en una población donde todos se conocían por el lugar que ocupaban en la producción económica, ejercicio del poder, territorios de nacimiento y clases sociales a las cuales pertenecían, era imposible para los campesinos, pescadores, pastores, enfermos sin protección social, pobres, esclavos y leprosos ser reconocidos como seres humanos. Vale decir clase baja, a la cual pertenecía la familia de Jesús. No había indígenas.
Al conocerse sus peligrosas y tempranas prédicas, los expertos en la murmuración social difundían la conseja que el hijo de María había nacido en un establo y descalificaban su sabiduría, pues como persona descastada no hacía parte de la estructuras del poder dominante, conformadas por los sumos sacerdotes y fariseos, jefes romanos, grandes terratenientes, ricos comerciantes, jefes de los recaudadores de tributos, maestros de la ley,- sistema judicialmente imperante-, y altos sacerdotes.
Palestina era una provincia, -departamento-, del Imperio Romano y las autoridades romanas sabían que para poder gobernar era necesario hacerles concesiones a los colonizados, como respetar la religión judía, liberarlos del servicio militar obligatorio y permitir que usaran bienes públicos como las fuentes y los teatros. Concesiones falaces.
Dedicados a los negocios y la guerra los romanos, en la época de Jesús, no estaban interesados en promover idearios religiosos, máxime que existía la creencia, en el imaginario de los excluidos y marginados, que un Mesías nacería para cambiar el mundo.
Ser palestino en territorio ocupado por los romanos era sentirse mirado con sospecha. Tanto más por los esporádicos y conjurados intentos de rebelión contra las autoridades del Imperio. El implacable Herodes es ejemplo de las políticas de seguridad que aplicaban los romanos para preservar el poder esclavista y Poncio Pilatos pasó a la historia como un gobernante que, por simples conjeturas, ordenó ajusticiar a mil quinientos sospechosos frente a las Murallas de Jerusalén. “Falsos positivos”. Ajusticiamientos extrajudiciales. Jesús fue objeto de torturas y horrendo crimen por pensar distinto. Del mismo tratamiento fueron objeto, después, San Pedro y el apóstol Santiago. Intentaban mantener la misma causa.
Cuentan que Jesús de los doctores de la ley no aprendió nada, tanto que optó por alejarse de ellos con dignidad. Después de la visita que esperanzadoramente les hiciera no volvió a sus encuentros, seminarios y conversatorios estúpidos.
Condenado por los fariseos y señalado por la aristocracia saducea de recibir apoyo de los esenios, huyó de los cultos y de los poderosos. -“Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que un rico salvarse”.-Prefirió leer el alma de los campesinos pobres, de los jornaleros, de los pequeños artesanos de aldea, de los herreros, de los carpinteros, de los pescadores, arrieros, de los albañiles, de las mujeres, de los niños, de los esclavos, de las prostitutas, de los adúlteros, de los publicanos, de los mendigos, de los zaheridos y humillados; se acercó a los enfermos crónicos y terminales que, en la cultura judía, eran abandonados a su suerte, por considerarse que las enfermedades penosas eran fruto del pecado y propias de cuerpos impuros. Se puso del lado de la vida y se jugó la vida por quienes había perdido la esperanza. Tantos y tantas llegaron a escuchar y respaldar sus parábolas y su mensaje comunicacional de las buenas nuevas, que se volvió peligroso.
En el seno de un sistema de oprobios predicó que había un lugar donde no existía la muerte, ni el crimen, ni las desigualdades. Habló de una verdad alternativa y los grandes señores del Imperio, áulicos y cortesanos creían que El Mesías había llegado para colmar de miel el panal de la vida, el reino de los pobres. Su reino no pertenecía al reino de la iniquidad.
No sé donde leí o escuché que alguna vez se impresionó tanto con la desigualdad y la temprana mortalidad de los pobres en Palestina que, al terminar de ayudarle a José a construir un ataúd, asumió la decisión de combatir para siempre la injusticia de la muerte. Y nació, como dijera García Márquez, “en una pesebrera”. Vida prodigiosa.
Feliz Navidad y Mejor Año Nuevo.
jorgemunozfernandez@hotmail.com

viernes, octubre 10, 2008

Cuando lo justo esconde lo injusto



por: JORGE MUÑOZ FERNANDEZ



En ocasiones “el árbol no nos deja ver el bosque”, como ocurre con el concepto de justicia, con motivo del justo movimiento reivindicativo de los funcionarios del poder judicial.
¿En manos de quién está el poder? Esta pregunta parece resolver el problema de la justicia, me ha dicho en Buenos Aires una funcionaria judicial durante el reciente encuentro de la Asociación Americana de Juristas, AAJ.


Y, en efecto, una visión panorámica de la comunidad mundial nos remite a reconocer que en el planeta la mayoría de las sociedades los asuntos del poder, en todas sus dimensiones sociales, económicas y políticas, es ejercido por grupos minoritarios que tienen su propia concepción de la justicia.
Encontrar ejemplos en el mundo donde el poder real esté en manos de las mayorías es aún una utopía, tanto que nunca antes como ahora la búsqueda se torna más necesaria para salvar a la humanidad de la inminente destrucción a la que ha sido sometida.


Justicia para los grupos minoritarios significa, fundamentalmente, una manera de producir, una manera de distribuir, una manera de consumir, una manera de pensar y una manera de vivir.
No de otra manera se entiende, en esa dirección, que todo lo relacionado con los saberes y sistemas de conocimientos, como el mismo uso de la tecnología, se realiza, en última instancia, en función de los tenedores del poder positivo y real.


Y es ahí donde ingresa la noción de justicia, de la mano de una minoría típica e inconfundible, a ejercer una función legitimadora.


Tan sutiles son las formas de dominio a las cuales acuden las minorías para el ejercicio de sus poderes, que en su dinámica comunicacional, rituales sociales, eventos políticos y actos protocolarios, dejan la sensación que la justicia es neutra.


Los poderes, se dice, amparan el bien común, traducen los sentimientos populares, trabajan por el bienestar ciudadano y procuran la felicidad de todos. ¿Habrá alguien que todavía lo crea? Millones. Sencillamente porque una de las estrategias de quienes ejercen el poder es ocultar, precisamente, que lo están ejerciendo, para que los administrados también se sientan responsables de todo lo que ocurre en una sociedad injusta y oprimida.


En los regímenes feudales existía una justicia divina, por lo tanto los seres humanos eran simples administradores de las riquezas terrenales. Ser gran propietario de la tierra era señal inequívoca de poseer la gracia divina y a los pobres sólo les estaba reservado ser poseedores de inmensos espacios en el paraíso. Y si la división de los bienes terrenales no era humana sino divina, los señores disfrutaban de enorme ventaja. Buen fin de semana
jorgemuñozvancouver@hotmail.com











jueves, septiembre 11, 2008

REQUIEM POR LOS LIBROS





Jorge Muñoz Fernández


Se asocia con frecuencia el uso del computador con la aprehensión del conocimiento crítico. Noción errónea. De cada cien usuarios de internet, la televisión, incluida la digital, y la tecnología celular, escasamente el veinte por ciento de ellos no han sufrido la mutilación del pensamiento. El resto integra la logia de la videocracia.
Lo paradójico es que en el orbe, ahora dotado de eficaces plataformas de comunicación, fáciles de usar, ante las exigencias instantáneas de información científica, social, cultural y política, los consumidores terminan bajo el poder de la cultura massmediática, como si fuesen escarabajos kafkianos.
De alguna manera los internautas, cuando caen en las redes tecnológicas de la comunicación, sin posesión de bagajes reflexivos, no alcanzan a percatarse de la ruptura de los lazos que producen lo social y no están exentos de quedar atrapados por el deslumbramiento del postmodernismo tecnológico, con altísimo riesgo de despertarse una mañana convertidos en monstruosos insectos, ahora electrónicos, “surcados de encorvadas durezas”, (La Metamorfosis), totalmente alienados.
Cruda es la pauperización en materia del conocimiento. Las generaciones de apenas ayer, de los momentos fulgurantes del desarrollo industrial, que se formaron en la interacción social, incluso en la represión institucional, la confrontación ideológica, los libros trabajados, las bibliotecas consultadas, las tertulias políticas y literarias, forjadoras de convivencia democrática, sociedades empáticas y sembradoras de libertades solidarias, fueron cubriendo los agujeros del establecimiento, rompieron los imaginarios colectivos y, contribuyeron, de alguna manera, al fortalecimiento de las conductas intimistas de las nuevas generaciones.
Tiempos, cercanos por cierto, en que los cultores de la belleza estética exaltaron los poderes sociales de la música, la literatura y la pintura. El arte, en su conjunto, oficiaba al servicio de la creación, para la lógica de sentir juntos, para el desencadenamiento del sentido de la sensibilidad colectiva, y el compartir, como en las obras teatrales, el pensamiento histórico, político y social.
Sucumbió la lectura y hasta la llamada izquierda se quedó sin mito. En los espacios de lo urbano, como metáfora de la imagen, las muchedumbres emigraron hacia las fantasías tecno-culturales, desprovistas de criterios dialécticos, y, como lo insinúa Kafka, se tornaron manumisas, sin salvación, evidenciando comunidades ajenas a los espacios societales, condenadas a sobrevivir virtualmente como escarabajos.


Sintomático es que se cierren las buenas librerías en las ciudades, como lo registraba, con fuerza argumental, Julián Fernández, al tiempo que una mirada a las bibliotecas nos remite a cementerios solitarios, donde doblan a muerto las campanas del conocimiento. Réquiem por la buena lectura.


jorgemunozfernandez@hotmail.com

miércoles, julio 16, 2008

La Feria de las Palabras



Escrito por Jorge Muñoz Fernández


Esta mañana asistí a “La Feria de las Palabras”, un certamen singular, nunca antes registrado en los carnavales del mercado.


Lo hice porque de paso hacia el trabajo observé una prolongada fila de personas esperando que el majestuoso Coliseo Popular Deportivo, adaptado, esta vez, para la realización de la “Primera Exposición Internacional de Vocablos”, abriera sus puertas al público.


La “Corporación Internacional Palabra Mundial”, previamente había hecho un impresionante despliegue comunicacional, invitando a la población para que adquirieran “un kit de palabras”, parecido a un botiquín de primeros auxilios, donde los hablantes podrían encontrar los términos más usados en sus relaciones cotidianas.


Me acerqué a un estante donde se ofertaban palabras para el ejercicio de la política y pregunté a la vendedora de palabras cuáles habían sido los kits más vendidos en su tienda. Me dijo: “estulticia”, “demagogia”, “elocuencia”, “halago” y “argucia”. Cuando le pregunté en qué consistía el “kit de estulticia”, amablemente me ofreció un tinto y me pidió que esperara al politólogo para que me diera la explicación adecuada.
Contiguo al estante de la política estaba el de la burocracia. Un dependiente, afabilísimo, me señaló que los kits con más demanda en su local hasta ese momento eran los de “Ineficiencia”, “Pereza” y “Arrogancia”, que se entregaban con una obra de Trotsky, el Che Guevara y Max Weber sobre burocracia.


De todos los estantes el menos concurrido fue el de la Verdad. Al inquirir sobre su fracaso un vendedor con rostro de visible melancolía pensional me dijo: “La gente no compra este kit porque la verdad tiene un precio my alto”, acotándome que para ello se necesitaba primero afiliarse a la Bolsa de Valores y después hacer una solicitud a través de una agencia de intermediación financiera, con la advertencia que sólo era para tener acceso a la verdad oficial. El kit de la verdad alternativa, la de los iconoclastas e irreverentes, me dijo, no llegó hasta los anaqueles. Comprenderá usted que es necesario preservar el orden.


Afuera me encontré con una poetisa y un poeta amigos, nacionalmente conocidos, quienes iban en pos del “Kit de la Paz”, y a quienes los guardias no dejaron entrar por ser indocumentadas, no poder identificarse, por lo menos, con uno de sus libros, y ostentar sospechosa apariencia de ser terroristas del lenguaje.


jorgemunozvancouver@yahoo.es

miércoles, mayo 14, 2008

Ciudadanía mediática


POR: JORGE MUÑOZ FERNÁNDEZ

Si me permiten mis lectores una comparación, el ambiente de inseguridad institucional y política del país se parece al discurrir de los pobladores que viven casi en la boca de las fumarolas de los volcanes en América Latina, y no se conmueven ante las explosiones, emisiones de cenizas y rocas de las montañas a las cuales se han acostumbrado. Más, aún, asumen con indiferencia los informes de los vulcanólogos que sugieren desplazamientos ante la inminencia de explosiones y torrentes de fuego sobre las poblaciones asentadas en los alrededores de las zonas vulnerables.
Lo propio ocurre en la sociedad colombiana, que vive de hecatombe en hecatombe sin inmutarse, a veces cambiando de lugar para que pasen las coladas de lava, sin lograrlo, naturalmente, porque las consecuencias históricas de su indiferencia son tan evidentes que sería artificioso esconderlas.


Indiferencia que, en cuanto a su inercia e incapacidad crítica para salvarse, tiene explicaciones en la forma como el poder ha usado la información para narcotizar la realidad y entumecer sus potenciales aspiraciones de cambiar de rumbo.
Bien lo decía hace un año en un foro sobre la democracia el Profesor Jesús Timoteo, Catedrático de las Ciencias de la Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid: “…desde la aparición de los grandes medios de comunicación estamos sometidos a una dosificación fluida, sistemática y calculada de la comunicación basura”.
Quienes aún creen en la democracia hija de la Revolución Francesa, pueden guardar sus libros. Dos siglos de democracia parlamentaria abatidos por la ciudadanía mediática. Los golpes fueron tan contundentes que el sistema parlamentario clásico no puede levantarse. Su cuerpo desvencijado permanece sobre la lona histórica.
Que existe como evidencia política la conquista innegable del sufragio universal, dirán. ¡Vaya! ¡Vaya!, El voto libre, autónomo e independiente desapareció bajo el peso abrumador de la mercadotecnia política. Buenos conceptos puede darnos Berlusconi, quien como Primer Ministro es un próspero magnate de los poderosos medios italianos. La participación electoral como espectáculo echó por la borda la democracia representativa, hija de la revolución francesa, de la revolución inglesa y de la revolución norteamericana.


Entre tanto, es tan desbordante e impredecible el cúmulo de noticias sobre la realidad colombiana, que las gentes no saben políticamente, al final de cada ceremonia televisiva, si “el perro que mueve la cola” o “la cola que mueve al perro”, y, como algunos ribereños al pie de los mugientes volcanes, prefieren no cambiar de opinión.


http://e1.f431.mail.yahoo.com/ym/Compose?To=jorgemunozvancouver@yahoo.es"No será el miedo a la locura lo que nos haga bajar las banderas de la imaginación".

miércoles, mayo 07, 2008

Ciudadanía mediática



POR: JORGE MUÑOZ FERNÁNDEZ


Si me permiten mis lectores una comparación, el ambiente de inseguridad institucional y política del país se parece al discurrir de los pobladores que viven casi en la boca de las fumarolas de los volcanes en América Latina, y no se conmueven ante las explosiones, emisiones de cenizas y rocas de las montañas a las cuales se han acostumbrado. Más, aún, asumen con indiferencia los informes de los vulcanólogos que sugieren desplazamientos ante la inminencia de explosiones y torrentes de fuego sobre las poblaciones asentadas en los alrededores de las zonas vulnerables.
Lo propio ocurre en la sociedad colombiana, que vive de hecatombe en hecatombe sin inmutarse, a veces cambiando de lugar para que pasen las coladas de lava, sin lograrlo, naturalmente, porque las consecuencias históricas de su indiferencia son tan evidentes que sería artificioso esconderlas.
Indiferencia que, en cuanto a su inercia e incapacidad crítica para salvarse, tiene explicaciones en la forma como el poder ha usado la información para narcotizar la realidad y entumecer sus potenciales aspiraciones de cambiar de rumbo.
Bien lo decía hace un año en un foro sobre la democracia el Profesor Jesús Timoteo, Catedrático de las Ciencias de la Comunicación en la Universidad Complutense de Madrid: “…desde la aparición de los grandes medios de comunicación estamos sometidos a una dosificación fluida, sistemática y calculada de la comunicación basura”.
Quienes aún creen en la democracia hija de la Revolución Francesa, pueden guardar sus libros. Dos siglos de democracia parlamentaria abatidos por la ciudadanía mediática. Los golpes fueron tan contundentes que el sistema parlamentario clásico no puede levantarse. Su cuerpo desvencijado permanece sobre la lona histórica.
Que existe como evidencia política la conquista innegable del sufragio universal, dirán. ¡Vaya! ¡Vaya!, El voto libre, autónomo e independiente desapareció bajo el peso abrumador de la mercadotecnia política. Buenos conceptos puede darnos Berlusconi, quien como Primer Ministro es un próspero magnate de los poderosos medios italianos. La participación electoral como espectáculo echó por la borda la democracia representativa, hija de la revolución francesa, de la revolución inglesa y de la revolución norteamericana.
Entre tanto, es tan desbordante e impredecible el cúmulo de noticias sobre la realidad colombiana, que las gentes no saben políticamente, al final de cada ceremonia televisiva, si “el perro que mueve la cola” o “la cola que mueve al perro”, y, como algunos ribereños al pie de los mugientes volcanes, prefieren no cambiar de opinión.
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