viernes, octubre 10, 2008

Cuando lo justo esconde lo injusto



por: JORGE MUÑOZ FERNANDEZ



En ocasiones “el árbol no nos deja ver el bosque”, como ocurre con el concepto de justicia, con motivo del justo movimiento reivindicativo de los funcionarios del poder judicial.
¿En manos de quién está el poder? Esta pregunta parece resolver el problema de la justicia, me ha dicho en Buenos Aires una funcionaria judicial durante el reciente encuentro de la Asociación Americana de Juristas, AAJ.


Y, en efecto, una visión panorámica de la comunidad mundial nos remite a reconocer que en el planeta la mayoría de las sociedades los asuntos del poder, en todas sus dimensiones sociales, económicas y políticas, es ejercido por grupos minoritarios que tienen su propia concepción de la justicia.
Encontrar ejemplos en el mundo donde el poder real esté en manos de las mayorías es aún una utopía, tanto que nunca antes como ahora la búsqueda se torna más necesaria para salvar a la humanidad de la inminente destrucción a la que ha sido sometida.


Justicia para los grupos minoritarios significa, fundamentalmente, una manera de producir, una manera de distribuir, una manera de consumir, una manera de pensar y una manera de vivir.
No de otra manera se entiende, en esa dirección, que todo lo relacionado con los saberes y sistemas de conocimientos, como el mismo uso de la tecnología, se realiza, en última instancia, en función de los tenedores del poder positivo y real.


Y es ahí donde ingresa la noción de justicia, de la mano de una minoría típica e inconfundible, a ejercer una función legitimadora.


Tan sutiles son las formas de dominio a las cuales acuden las minorías para el ejercicio de sus poderes, que en su dinámica comunicacional, rituales sociales, eventos políticos y actos protocolarios, dejan la sensación que la justicia es neutra.


Los poderes, se dice, amparan el bien común, traducen los sentimientos populares, trabajan por el bienestar ciudadano y procuran la felicidad de todos. ¿Habrá alguien que todavía lo crea? Millones. Sencillamente porque una de las estrategias de quienes ejercen el poder es ocultar, precisamente, que lo están ejerciendo, para que los administrados también se sientan responsables de todo lo que ocurre en una sociedad injusta y oprimida.


En los regímenes feudales existía una justicia divina, por lo tanto los seres humanos eran simples administradores de las riquezas terrenales. Ser gran propietario de la tierra era señal inequívoca de poseer la gracia divina y a los pobres sólo les estaba reservado ser poseedores de inmensos espacios en el paraíso. Y si la división de los bienes terrenales no era humana sino divina, los señores disfrutaban de enorme ventaja. Buen fin de semana
jorgemuñozvancouver@hotmail.com











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