COFRADÍA
Alexander Buendía Astudillo
Los intereses, la tasa, el monto, la cuota, el plazo, los abonos, los atrasos…. Éstos son sólo algunos de los términos a los que nos enfrentamos cuando nos vemos en la necesidad de pedir un préstamo bancario. Se trata de una jerigonza técnica que tenemos que repasarla una y otra vez para intentar comprender tan solo un poco. Al final terminamos descifrando que un crédito siempre implica pagar mucho más de lo que nos prestan, y no entendemos muy bien cómo es eso de que al principio siempre se pagan más intereses y muy poco capital.
Pero la jerigonza financiera es solamente una parte de todo el berenjenal por el que hay que pasar. A ella hay que sumarle el papeleo correspondiente: el codeudor, la garantía, las firmas, los certificados, las fotocopias, los contratos, los formularios y los pre-estudios, entre otros. Viéndolo así, es una gran prueba de paciencia y de experticia en tramitología.
Pero, sin que esto sea suficiente, hay que tratar con los funcionarios de rigor. Los hay de todo tipo y calaña: desde aquellos que sonríen y buscan la manera de colaborar en todo y suministrar la información completa y veraz, para que el proceso sea menos traumático; hasta los antipáticos, que en vez de prestar un buen servicio y hacer bien su trabajo —por el que, dicho sea de paso, les pagan— pareciera que hicieran una obra de caridad de mala gana. No sólo hay que lidiar con ellos, hay que padecerlos y hasta aguantar malos tratos… menos mal, estos son una minoría.
Ahora bien, una vez pasada esta etapa previa hay que sortear los trámites adicionales: la cuenta, la consignación, el seguro, el retiro, los impuestos, la liquidación, la legalización, etc. Con todo, el proceso —que bien puede durar un par de meses—, implica una lista de tareas que deben cumplirse al pie de la letra y en los plazos estipulados; de ello depende que el dinero esté a tiempo para que el negocio se cierre en las fechas previstas.
Francamente es una pequeña maratón para la cual hay que contar con tiempo libre, amigos disponibles, socios comprensivos, familiares generosos y, sobre todo, unas buenas dosis de calma, perseverancia y resignación.
abuendia@unicauca.edu.co
Alexander Buendía Astudillo
Los intereses, la tasa, el monto, la cuota, el plazo, los abonos, los atrasos…. Éstos son sólo algunos de los términos a los que nos enfrentamos cuando nos vemos en la necesidad de pedir un préstamo bancario. Se trata de una jerigonza técnica que tenemos que repasarla una y otra vez para intentar comprender tan solo un poco. Al final terminamos descifrando que un crédito siempre implica pagar mucho más de lo que nos prestan, y no entendemos muy bien cómo es eso de que al principio siempre se pagan más intereses y muy poco capital.
Pero la jerigonza financiera es solamente una parte de todo el berenjenal por el que hay que pasar. A ella hay que sumarle el papeleo correspondiente: el codeudor, la garantía, las firmas, los certificados, las fotocopias, los contratos, los formularios y los pre-estudios, entre otros. Viéndolo así, es una gran prueba de paciencia y de experticia en tramitología.
Pero, sin que esto sea suficiente, hay que tratar con los funcionarios de rigor. Los hay de todo tipo y calaña: desde aquellos que sonríen y buscan la manera de colaborar en todo y suministrar la información completa y veraz, para que el proceso sea menos traumático; hasta los antipáticos, que en vez de prestar un buen servicio y hacer bien su trabajo —por el que, dicho sea de paso, les pagan— pareciera que hicieran una obra de caridad de mala gana. No sólo hay que lidiar con ellos, hay que padecerlos y hasta aguantar malos tratos… menos mal, estos son una minoría.
Ahora bien, una vez pasada esta etapa previa hay que sortear los trámites adicionales: la cuenta, la consignación, el seguro, el retiro, los impuestos, la liquidación, la legalización, etc. Con todo, el proceso —que bien puede durar un par de meses—, implica una lista de tareas que deben cumplirse al pie de la letra y en los plazos estipulados; de ello depende que el dinero esté a tiempo para que el negocio se cierre en las fechas previstas.
Francamente es una pequeña maratón para la cual hay que contar con tiempo libre, amigos disponibles, socios comprensivos, familiares generosos y, sobre todo, unas buenas dosis de calma, perseverancia y resignación.
abuendia@unicauca.edu.co