sábado, octubre 25, 2008

¿QUIÉN SE ESCONDE DETRÁS DE UN CUERDO?



Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
Colombiano

A la gente como uno le gusta de vez en cuando jugar con su propia personalidad. Claro, sin darse cuenta casi siempre. Como si fuera lo más gracioso se expresa como de otros cuando habla de si mismo. Van saliendo de su boca las verdades como el vapor de la caldera o el hedor de la carroña. Quien oiga al que así habla hace una mueca incrédula y frunciendo el ceño no acierta a comprender que oiga lo que oye.

Los sujetos pacientes, como diría el jurisperito, son los inocentes locos que andan por manicomios si están internos o los que vagan por ahí, externos, vestidos de dandys, de señoritos de estrato seis o señoras de la hi-fi, con ojos revoltosos y lengua suelta.

Definamos con un poco de sapiencia quien es el loco de que hablamos. Es el ser humano que algún día se cansó de ser normal, se aburrió de la “realidad” y se apartó de la grey ingenua y decidió, sin saber por qué, que en adelante viviría como un buey. No quiso seguir más la ley humana ni hacer sumas o multiplicar. Sumergió su mente en la inconciencia y empezó a actuar conforme a la ley de la gravedad. Todos dijeron que se le había corrido la teja, que era un antisocial. Le señalaron con el dedo y comenzaron así el juego de parecerse mucho a él.

Pero, en realidad, ¿el loco es un ser aburrido como el sabio, o como el nerd, o como el compulsivo trabajador que no vive y no se cansa y no disfruta? ¿Es igual que un criminal que se esconde en una esquina en su moto y aguarda el descuido de su cliente para lanzar la bocanada de plomo? ¿Tiene el mismo odio que el que sale de la iglesia de confesar su pecado grave y comerse un pan blanco grande y sigue odiando?

No. El loco es un ser feliz, que dejó como el lagarto la cola de la malicia. Su caja negra está en blanco y la esperanza ya no es la virtud que alaban los que llaman cuerdos. Salió volando con Pandora el día que la memoria lo abandonó en un mundo desierto de deseos. Su existencia es un venir e ir sin devenir. La salida del sol, la risa de la luna, la mariposa verde o amarilla no lo conmueven ni tampoco el flirteo del palomo a su paloma. Comer a horas no está en su agenda, ni está pendiente de la carcajada loca de su jefe, ni dormir es su pasión suprema. Rezar es lo mismo que silbar o pegar un grito sin sentido en el rincón de su cubil.

¿Lo sabía usted? ¿Alguna vez - o muchas -, no actúa lo mismo? ¿Quién ha visto comer desaforadamente a un loquito de manicomio? Come porque le ponen el plato o le dan la sopa con cuchara. Come con servilleta y sin manchar como un cerdo los manteles. Nada que ver con “comer como un loco”. ¿Quién ha visto apostar a vivir corriendo a un loquito interno? Más bien, lo hacen quienes dicen que “corren como locos” por ganarse un salario de hambre en el trabajo o se afanan por poner la alfombra al jefe para que pase.

Pobres locos tan pacíficos y libres de prejuicios, tan correctos, desenmascarados. Pobres de nosotros que creemos ser mejores que ellos y les atribuimos los disparates en que caemos.
08-10-08

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