COFRADÍA
Alexander Buendía Astudillo
Cruel y devastador resulta el insomnio. Las noches en vela, lejos de ser productivas y de representar horas extras de trabajo, se convierten en un “tiempo muerto” desesperante que genera angustia, desolación e impotencia. El tic tac del reloj sólo anuncia que el descanso nocturno se escapa en cada segundo y que el sueño se escurre en una huída permanente.
Durante las noches en vela los sentidos se agudizan y hasta el menor ruido parece una algarabía que retumba en la cabeza. La respiración se agita, el corazón galopa, los intestinos crujen, los músculos se tensan, la imaginación deambula como loca pero los párpados no caen. La única certeza es la oscuridad densa y el aire quieto que acompaña el transcurrir del tiempo.
El insomnio desespera a quienes lo padecen, pues el contar ovejas, los remedios caseros, los ejercicios de relajación y hasta la mala programación de la televisión de madrugada son insuficientes. ¿Qué hacer entonces cuando las vueltas en la cama se tornan monótonas y la angustia por estar activo el día siguiente se convierte la peor tortura?
Las ideas van y vienen en busca de respuestas pero nada llega, menos el sueño. Nada se aclara, excepto la noche que poco a poco le va cediendo paso al amanecer. La claridad de la mañana próxima se anuncia con el cantar de los gallos y el trinar de los primeros pájaros. A lo lejos, quizá, ruja un motor solitario que deja su eco en las frías y solitarias calles. La ciudad empieza a despertar… y el insomne no ha logrado dormir.
Las horas en vela son lentas y desesperantes, aburridas al punto del delirio pero también vacías y carentes de ideas brillantes, irremediablemente el insomne se enfrenta a lo peor de su soledad. Sólo cuando por fin está llegando el sueño es que el tiempo se acelera, los minutos corren y el descanso se torna muy fugaz. El temor por el insomnio y la ansiedad por querer dormir no generan más que tensiones y zozobra permanentes… ¿qué hacer para conciliar el sueño? ¿Cómo despertarse a tiempo y no sucumbir ante el cansancio matutino? ¿Cómo escapar al terror del desvelo?
Para quien padece de insomnio, la cortés frase de desear buenas noches deja de ser un buen deseo para convertirse en la antesala de un sufrimiento lento y prolongado, y, lo peor, muchas veces inevitable. Paradójicamente, el suplico del insomnio sólo cesará después varias horas, justo cuando ya está llegando la hora de ponerse en pie.
abuendia@unicauca.edu.co
Alexander Buendía Astudillo
Cruel y devastador resulta el insomnio. Las noches en vela, lejos de ser productivas y de representar horas extras de trabajo, se convierten en un “tiempo muerto” desesperante que genera angustia, desolación e impotencia. El tic tac del reloj sólo anuncia que el descanso nocturno se escapa en cada segundo y que el sueño se escurre en una huída permanente.
Durante las noches en vela los sentidos se agudizan y hasta el menor ruido parece una algarabía que retumba en la cabeza. La respiración se agita, el corazón galopa, los intestinos crujen, los músculos se tensan, la imaginación deambula como loca pero los párpados no caen. La única certeza es la oscuridad densa y el aire quieto que acompaña el transcurrir del tiempo.
El insomnio desespera a quienes lo padecen, pues el contar ovejas, los remedios caseros, los ejercicios de relajación y hasta la mala programación de la televisión de madrugada son insuficientes. ¿Qué hacer entonces cuando las vueltas en la cama se tornan monótonas y la angustia por estar activo el día siguiente se convierte la peor tortura?
Las ideas van y vienen en busca de respuestas pero nada llega, menos el sueño. Nada se aclara, excepto la noche que poco a poco le va cediendo paso al amanecer. La claridad de la mañana próxima se anuncia con el cantar de los gallos y el trinar de los primeros pájaros. A lo lejos, quizá, ruja un motor solitario que deja su eco en las frías y solitarias calles. La ciudad empieza a despertar… y el insomne no ha logrado dormir.
Las horas en vela son lentas y desesperantes, aburridas al punto del delirio pero también vacías y carentes de ideas brillantes, irremediablemente el insomne se enfrenta a lo peor de su soledad. Sólo cuando por fin está llegando el sueño es que el tiempo se acelera, los minutos corren y el descanso se torna muy fugaz. El temor por el insomnio y la ansiedad por querer dormir no generan más que tensiones y zozobra permanentes… ¿qué hacer para conciliar el sueño? ¿Cómo despertarse a tiempo y no sucumbir ante el cansancio matutino? ¿Cómo escapar al terror del desvelo?
Para quien padece de insomnio, la cortés frase de desear buenas noches deja de ser un buen deseo para convertirse en la antesala de un sufrimiento lento y prolongado, y, lo peor, muchas veces inevitable. Paradójicamente, el suplico del insomnio sólo cesará después varias horas, justo cuando ya está llegando la hora de ponerse en pie.
abuendia@unicauca.edu.co