miércoles, agosto 30, 2006

pandillas en POPAYÁN


Las pandillas

Por: Marco Antonio Valencia Calle




Por culpa de las pandillas y la inseguridad que generan, el turismo esta peligrando: ya no es viable visitar ciertos lugares a ninguna hora del día. Los comerciantes de algunos establecimientos públicos que han sido asaltados o son extorsionados están cerrando sus negocios. Un alto número de heridos que llega a los hospitales es por culpa de la violencia bárbara de las pandillas. Hay deserción en los colegios nocturnos por miedo a los vejámenes y atracos de los pandilleros. Los bares y discotecas redujeron su clientela porque se teme a tiroteos en estos sitios; y como si fuera poco, la vivienda se desvaloriza en los barrios con pandilleros.
Los padres que ven a sus hijos volverse pandilleros un día, al otro los ven de drogadictos, y otro día más deben enterrarlos apuñalados o visitarlos en las cárceles por violadores. Por las pandillas ha aumentado la venta de drogas en las calle. Las mafias extienden su poder usando pandillas. La venta de armas ilícitas para jovencitos es un negocio que se mueve. Hay barrios vedados por orden de pandillas que son vergüenza para las autoridades. Los pandilleros la quieren fácil y se divierten robando en las calles y saltando viviendas: por tal, el delito de venta de cosas robadas se vuelve atractivo. Y mientras tanto: ¿Dónde esta el acalde y sus políticas anti-pandillas? ¿Dónde esta la policía? ¿Dónde están los programas de Cultura Ciudadana? ¿Dónde los programas de prevención de drogas? ¿Quién defiende al ciudadano de este cáncer social?
Los Punk Europeos que nacieron como pandillas y fueron vistos como un peligro social, hoy son comunidades dedicadas a crear una cultura intelectual, artística y de anarquía pacifista. Gente de ropajes raros y música esperpéntica, pero jamás le hacen daño a nadie porque respetan al otro como quieren que los respeten a ellos. Algo que deberían aprender los pandilleros que se divierten haciendo el mal. (valenciacalle@yahoo.com)

sábado, agosto 26, 2006

melancolia DEL PAISAJE

poema de

MECARMEN PAREDES PARDO

MELANCOLÍA DEL PAISAJE

Cielo de mi ciudad. Nubes errantes.
Mañanas de tenaz melancolía.
Rumores de la brisa. Ecos distantes.
Suave verdor. Eterna lejanía.
Noches de mi ciudad. Claros diamantes.
Estrellas pensativas. Luz sin día.
Suave aroma de aromas enbriagantes.
Todo colmado en la extensión vacía.
Calles de mi ciudad, calles desiertas.
Grises tejados, sensación de olvido,
Tantas cosas que fueron y están muertas.
Hoy han vuelto a mi mente, presurosas,
porque el cielo está azul y entristecido
y hay algo de orfandad entre las cosas.

RICARDO LEÓN RODRÍGUEZ ARCE

EL TIEMPO

“Desaparecen límites, el tiempo, las distancias”

-Alvaro Garcés Valencia-

En Popayán...,

el tiempo

es...

eternidad!...

lunes, agosto 21, 2006

carta al alcalde de POPAYÁN

QUERIDO ALCALDE DE POPAYAN

Patroncito, un saludo cordial para usted, su familia y todos sus secretarios. Que Dios lo guarde, le bendiga y le conserve la sonrisa, amen. Después de éste corto saludo paso a contarle lo siguiente. Por acá, todos regular… gracias a Dios.

Ya que a usted no lo dejan salir a la calle le cuento que esta ciudad esta llena de huecos horribles, son unos cráteres de tamaño descomunal, y se dañan los vehículos. Y la ciudad se ve fea y da lastima, ¿a usted nadie le ha dicho nada? ¿No le han pedido contratitos para tapar huecos? ¡Qué extraño!

Y oiga, hay un raterismo impresionante. Es como si todos los ladrones del mundo se hubieran venido a Popayán roponar motos, bicicletas, carteras, casas, en fin. Me dicen que usted es el jefe de policía del municipio. Si eso es verdad ¿será que puede hacer algo de verdad, verdad? Porque hasta ahora mmmm…

Y vea le cuento, hay mucho bus y buseta que al pasar dejan humaradas hediondas, y están contaminando la ciudad a borbotones. ¿No será que usted, patroncito, tan formalito que es, puede hacer algo por la salud de la gente en las calles?

Que bueno señor alcalde, que pudiera darse una vueltita por el sector histórico de la ciudad. Al principio habían unas señoras vendiendo chontaduros, y vaya y pase, pero luego vinieron otras que dizque a vender aguacates, bueno listo; pero ahora hay señores y señoras vendiendo aguacates, chontaduros, truchas, limones, papayas, mandarinas, uvas, empandas, tamales, en fin; el sector histórico en pocos meses se volvió plaza de mercado, y como nadie los corrigió el primer día, las ventas se volvieron costumbre y las merchantas ya alegan legalidad de sus puestos de venta. Y dizque pagan impuesto y que tal ¿Verdad qué usted les dio permiso? Yo no creo…

Ya en confianza, parece que una noche de éstas llegó un camión del Ecuador y dejó tirando a un montón de mujeres indígenas con bebés de brazos tiradas en el parque Caldas. Verlas por ahí es una escena dolorosa. ¿Tampoco puede hacer nada por ellas, ni por los bebés? Haga el esfuercito, el clima esta muy duro y esas pobres mujeres sufren con las lluvias de lo feo.

Y el Museo Negret, de Arte Iberoamericano… porque supongo que sabe que tenemos un museo que se llama así y depende de la alcaldía y que daría un montón de plata con un poquitin de gerencia, de inversión, de iniciativa, pero… ¿Por qué lo tiene tan botao? Para tenerlo allí de arrume debería pensar en donarlo. ¿No cree?

Yo me acuerdo que usted en campaña decía: “que nos devuelvan la ciudad” pero pensé que era para mejorar, no p´a pior. Si ya sé, es que no lo dejan salir, ¿gobernar tampoco?

En fin, patroncito. Que Dios lo guarde y ojalá algún día lo dejen salir a darse una vueltita por la ciudad y pueda ver con sus mesmos ojitos como andamos de mal todos los de por aquí, los pobres y los otros.

La gente todavía sueña con soluciones de alcalde, y si son buenas, pues lo tiramos p´a reelección, ¿Por qué de eso si sabe, cierto? Los buenos repiten.

Perdone la letra tan fea, y la mala ortografía,
Atentamente:
Juan Pueblo.

¿Donde estan LOS PATOJOS?

QUE NOS DEVUELVAN LA CIUDAD
MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
Estimado columnista:
A riesgo de parecerte xenófobo (persona que tiene miedo a los extraños), o de vivir una temporada en el infierno de éste pueblo chiquito que es Popayán, te hago un llamado para que le pidas a los popayanejos salir de sus madrigueras y recuperar la ciudad. Mejor, a recuperar nuestra dignidad. Pues se la robaron, como dice el Alcalde.
No estoy en contra de las gentes de bien que han venido a construir futuro y criar familias en el buen clima del Valle de Pubenza. Pero es que últimamente las fortunas construidas, los libros escritos y los pecados de lamentar, están en cabeza de extraños. ¿Y los popayanejos, dónde están?
La cultura de Popayán, que era un ideal nacional y un espíritu que despertaba envidias se congeló, y tal parece que “la tertulia popayaneja” (un grupo de nonagenarios como yo), somos los últimos “señores” de una estirpe que se queda en comentar lo que fuimos, pero que, con respeto y realismo, el reloj nos tiene los días contados.
Popayán fue ciudad de glorias contundentes. De altísimas distinciones académicas y costumbres finas, al punto que su historia hizo pensar que descendíamos de una genética de prohombres. La historia no miente y no juzga a ciegas.
Pero desdichadamente la invasión de pueblerinos venidos de todas las latitudes a robar y usurpar espacios, oficios, costumbres y hasta representación, han extinguido (¿degenerado?) la raza del popayanejo. Ya no hay lustre, ni intelectuales, ni caballeros, ni gente elegante...
Cuando Popayán era un pueblo habitado por popayanejos, desde aquí, éramos faro de cultura nacional en todos los campos. Pero desde que llegaron los extraños con el pretexto de estudiar (y se quedaron a vivir) y cruzaron sus genes y costumbres, el panorama es otro, estamos condenados a la esterilidad mental y política, a los errores, y a vivir un caos moral indescriptible, salvo contadísimas excepciones.
El ideal popayanejo, ya no existe, lo usurparon gentes venidas de todas partes. La historia no miente, desde que cientos de campesinos, desplazados y buscadores de fortuna de todas las latitudes del país invadieron la ciudad, la raza ha cambiado (¿desmejorado?). La moral es otra, la mediocridad campea. Los extraños no han aportado positivamente nada de mostrar, salvo quejas y reclamos pendencieros por nuestro amor a la ciudad. Por ellos el sector histórico fuera plaza de mercado y la Semana Santa, feria de chucherias.
Mucho daño hacen las colonias que solamente trabajan para sus intereses políticos y construcción de pueblitos dentro del pueblo sin aportarle nada a la ciudad, o sí, sus libertinajes y el caos en los servicios públicos. Que traigan sus hablaos, sus extravagantes gustos culinarios, sus ruidos y necesidades, no quieren decir que estén haciendo aportes positivos.
Quiéranlo o no, Popayán con la llegada de extraños es cada día más pobre económica y políticamente. Los hombres y mujeres que representan nuestra tierra ya no son de Popayán, son allegados de pueblos raros, mejor dicho, ni chicha ni limoná.
Por Dios ¿qué paso con la inteligencia de los popayanejos? El genetista Emilio Yunis dice que cuando un pueblo no crea inteligencia, ni ciencia, ni empresa, se queda en la emotividad poética-artística, en la adoración de imágenes, y eso le sirve poco a Colombia. ¿Será por eso que lo mejor de Popayán son las imágenes de su Semana Santa, sus recuerdos prehistóricos y la poesía bobalicona de sus poetastros?.
Hay otra teoría: ante “la casa tomada” (como en el cuento de Julio Cortazar) todos los payaneses se fueron, y entonces, no he dicho nada y mi reclamo se queda en embeleco de viejo.
PLAZAS DE MERCADO
MARCO ANTONIO VALENCIA
La muerte recorre las plazas de mercado. Es el fantasma de los microbios y las bacterias asesinas por causa de la basura, la mugre y la porquería que allí se ve al lado de las frutas, las verduras y las carnes.
Es una vergüenza pública que en pleno siglo XXI todavía sigan existiendo pueblos y ciudades donde los productos alimenticios se rieguen en el piso para venderse, en medio del barro y los malos olores.
Es un escándalo que los comerciantes de alimentos no sean capaces de ahorrar para construirse mesones decentes y no sigan trabajando en el piso o en tablados y kioscos donde anidan ratas, pulgas y cucarachas (al por mayor y detal).
Es una desgracia que las vendedoras de las plazas de mercado todavía no usen delantales, ni guantes, ni tapabocas para vender comidas, frutas o carnes. Que pelen frutas para venderlas por pedazos sin recubrirlas, que vendan carne o panela en medio de moscas y reciban dinero con las mismas manos que retoman los alimentos.
¡Qué falta de liderazgo e imaginación la de nuestros gobernantes!, ¡qué administradores de Galerías tan negligentes!, ¡qué falta de organización la de los comerciantes!
Aunque los mercados populares tienen su encanto y es posible obtener productos sin químicos, y a veces hasta se puede comprarle a los mismos campesinos, la verdad es que son un peligro para la salud pública en manos de gente cochina y gobernantes indiferentes.
Puede ser que comprar en una galería sea más barato que en los supermercados, pero a la larga lo barato sale caro, porque el desaseo genera enfermedades raras; y hoy en día enfermarse, es casi morirse, por culpa de ese maldito sistema de salud capitalista e inhumano que padecemos. ¿Hasta cuando? (valenciacalle@yahoo.com)

Vacaciones EN POPAYÁN

MARCO ANTONIO VALENCIA CALLE
¿VACACIONES EN POPAYÁN?
Popayán no tiene playas ni mar para broncearse, ni piscinas con toboganes que estimulen a elegirla como lugar de vacaciones; no tiene una virgen, un santo o un cristo que haga milagros e incite a la peregrinación de los cristianos; en la ciudad no hay sitios espectaculares para la diversión como cines in, o parques de diversión full; ni festivales de teatro, ni estadios con eventos especiales; de manera incidental hay ferias industriales, artesanales y comerciales, que por sí solas no convocan la afluencia turística
Aún así, la gente sigue eligiendo como destino a Popayán para pasar sus vacaciones de Semana Santa ¿Por qué?
Porque Popayán es una ciudad sencilla y sincera en su tradición. Porque su iglesia no vende milagros, hace llamados de fe; no vende misas espectáculo: se invita a recogimientos personales; no vende una Semana Santa en vivo con actores desgarrados y sangre en la escena, nos muestra la pasión del Señor con espiritualidad, y en la más excelsa tradición de la estética y el buen gusto; no nos convoca a las emociones de una rueda de Chicago, pero a sí, a sumergirnos en emocionantes reflexiones históricas y religiosas cuando visitamos sus iglesias, cuando vemos pasar la procesión y observamos el heroísmo de los cargueros; o cuando visitamos sus museos y descubrimos allí la universalidad, fuerza y extraordinaria biografía de aquellos hombres, que desde la provincia ayudaron a construir la historia del país y la humanidad.
Popayán no invita a venir, no hace publicidad por la televisión y prensa para que la gente se pegue la rodadita. La gente viene por sí sola; los deseos de respirar paz y tranquilidad, de vivir experiencias personales y místicas, de descansar de verdad, sin la alharaca de los centros recreativos y la polución visual y auditiva de otras ciudades, convoca.
El deseo de encontrarse con gente agradable y respetuosa, de poder andar por calles peatonales sin miedo a un atraco o un abuso, hacen confluir a los amigos del mundo en un sitio agradable y autentico. Aquí se vive la religión sin fanatismos, pero con entusiasmo, con fe, con alegría, con compromiso, con hidalguía, que es distinto.
En Semana Santa, los hijos pródigos vuelven a casa a visitar la familia y los amigos, a su ciudad, al olor del azufre, al sabor del pipián, a las románticas noches de luna, de farolitos y balcones...
Pero además de los turistas, mercaderes, e hijos pródigos, los artistas del mundo hacen presencia en la ciudad por esta época para darse un baño de inspiración patoja. Vienen mostrar su trabajo en el marco del Festival de Música Religiosa y en la docena de exposiciones y recitales que por éstos días se organizan.
Popayán en Semana Santa es la ciudad de la paz, de la religión y de la cultura. Porque el buen gusto, la fineza, sensibilidad, la armonía y la tradición acompañan siempre a los patojos. Por eso, entre otras razones, la gente elige a nuestra ciudad para sus vacaciones. Bienvenidos todos los turistas. Que descansen, que disfruten, que oren, y que la fuerza de nuestras oraciones, le dé la tan ansiada paz a Colombia. Y a los patojos, que no olvidemos de qué madera estamos hechos, ni el compromiso con la historia, la ciudad y los turistas que nos visitan. (manvalencia@caucanet.net.co)

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