viernes, noviembre 14, 2008

LOS SUEÑOS ROTOS

Marco Antonio Valencia Calle
valenciacalle@yahoo.com

Es jueves en la madrugada, salgo de mi casa y el cielo esta de un gris anormal, porque el sol no ha salido como los otros días. En la esquina comienza mi desasosiego. La ciudad esta llena de sueños destrozados por todos lados. No se puede andar de tantos pedazos de sueños rotos tirados en los andenes y las calles. La ciudad esta casi paralizada. La poca gente que hay, camina sobre los escombros de sueños partidos como si fueran autómatas. Parece que un terremoto hubiera precedido a la madrugada. Todo es triste, hasta el cielo plomizo que nos cobija. Ni el sol quiere dar la cara y el cielo esta que se derrama en lágrimas de tanto pesar. Se me ocurre que hoy en la madrugada nadie hizo el amor con amor, y que la tristeza infinita es un síndrome general. Hasta los niños que van al colegio llevan su tristeza acuestas, y caminan sin la alegría de siempre. Los desayunos de la gente han sido amargos y casi nadie quiere ir a trabajar. La noche anterior hubo toque de queda.
Comienzo a desplazarme sobre los sueños destrozados de miles de personas tirados allí, como escombros, como cosas inservibles que hace apenas cuarenta y ocho horas eran ilusiones brillantes, bendiciones encontradas, aspiraciones grandiosas. Avanzo sobre el panorama macabro.
Hay margaritas destrozadas por todos lados. Dos hombres discuten por la presencia de margaritas en los andenes. Uno dice que la gente las usaron para consultar su destino arrancándole pétalos mientras decían: “si me pagan, no me pagan, si me pagan…”; el otro dice que las margaritas son el alimento de los caribajitos, de los cerdos tontos. Me alejo de ellos. En la buseta, la radio esta prendida. La buseta va lenta, magullando pedazos de sueños rotos esparcidos por todos lados. Pude observar que eran sueños brillantes, inocentes, de buena fe, esperanzados, necesarios, salvadores, llenos de gracia y bendiciones. Pero que ahora estos sueños ya no sirven para nada, que nada los puede recomponer. Sueños marchitos, sin espíritu, desangrados, partidos.
En la radio unos hombres con voz grave, sonrientes, dicen “se los dije, se los dijimos, se los advertimos, y no nos hicieron caso, ahora no vengan a llorar, tontos…”. Además de los sueños tirados por las calles, estas palabras de victoria de los profetas de ocasión duelen, lastiman, insultan, abren la carne y horadan el corazón a pecho abierto. Gallinazos de mala leche. Esta bien criticar, es odioso la burla.
En el trabajo me encuentro con compañeras llorando, vestidas de negro. No es para menos, alguien les ha matado sus sueños, sus ilusiones, su visión de una vida más tranquila, más segura, menos necesitada, menos sucia, menos pobre. No es pecado tener ilusiones. Es justo llorar cuando se pierde en el juego.

A media mañana las noticias vuelan de boca en boca. Parece que Las Pirámides no se han volado del todo, parece que los milagros existen porque van a regresar a devolver las inversiones. Parece que tantas oraciones, que tantos novenarios han hecho efecto y vuelve a brillar un pedacito de sol en el cielo gris. Algunos incluso, saltan a la calle a tratar de recoger sus sueños tirados, y como si fueran espejos rotos los recogen para dejarlos arrumados en el patio. A lo mejor, los puedan componer, a lo mejor no se ha perdido todo del todo. A lo mejor el gobierno les respalde y puedan darle vida de nuevo a sus sueños perdidos en la tarde triste del día anterior, cuando corrió la voz por los noticieros nacionales de que las pirámides se habían comenzado a fugar con los dineros captados, y entonces, las gentes desesperadas, enloquecidas, enceguecidas por la voz de los locutores y los chismes de la calle, y por una extraña ambición anidándoles en el corazón, se dieron a la tarea de pedir sus dineros a la fuerza, y como no lo lograron, comenzaron a destrozar todo a su paso, incluyendo sus sueños.
Alguien nos vendió sueños fáciles, y nuestros corazones humanos, débiles, necesitados, olvidaron que los sueños no se compran, que los sueños se luchan, se trabajan, se ganan con esfuerzo y dificultad. La auto critica ya no vale. Además era preferible intentar ganar, que no hacer nada para lograrlo. Hay tristeza, hay sueños rotos, pero mañana será otro día, y otra oportunidad permitirá que volvamos a construir nuevos sueños.

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