Fabio Arévalo Rosero MD*
Hace 20 años un prominente empresario creo en el Perú el Centro Latinoamericano de Asesoría Empresarial CLAE, de gran apogeo en el gobierno Fujimori. Carlos Manrique constituyó una cofradía "claeista" de mucho prestigio que aparentemente beneficiaba a miles de ciudadanos peruanos mediante el sistema de captación de dinero que les duplicaba cada mes. Durante cinco años cumplió impecablemente con sus clientes ganando tal renombre y reputación que ya sonaba para presidente. Pero el sueño no duró para siempre, en 1993 se fugó con 500 millones de dólares descubriéndose una gigantesca estafa a más de 200 mil personas y desnudando lo que en realidad era una "pirámide". Manrique fue capturado posteriormente en EEUU, extraditado a Perú fue condenado a ocho años de cárcel, de los cuales cumplió menos de seis. Hace dos años reapareció "recargado" con finos modales y novedosos procedimientos, citando a sus clientes a lujosas oficinas en hoteles de cinco estrellas. De esta manera 100 incautos de alto perfil volvieron a caer. Les arrebató algo más de un millón de dólares con el cuento de negocios de madera en China con el cual ofrecía triplicar el dinero. Hoy está de nuevo en prisión. La Asociación de Claeistas Unidos tiene demandado al estado Peruano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA por más 500 millones de dólares. Al parecer el gobierno tampoco intervino a tiempo en una empresa que realmente no existía y no tenía respaldo. En su momento Carlos Manrique recibió apoyo y tolerancia de sectores oficiales. En el caso colombiano aparte del propio riesgo de los "inversionistas" en una pirámide que más que colapsar fue saqueada, está también la responsabilidad del estado. El gobierno facilitó su operación al no tomar medidas cuando debió hacerlo para salvar de un gigantesco desastre a la mayoría de personas. En una actuación absurda, la Superintendencia Financiera emitió una resolución "inocua" prohibiendo las captaciones y ordenando el gradual pago cuando la pirámide ya se había derrumbado. Esta negligencia y muchas más le costaron el cargo al superintendente. Además de la permisividad del estado, es cuestionable el manejo de la crisis. No se previó un plan de contingencia proporcional a la magnitud de semejantes manifestaciones y solo se respondieron con medidas paliativas. Se requería un plan especial como cuando se anuncia la inminencia de un desastre con todos los comités, organismos de apoyo y salvaguardia en alerta naranja mínimo. Faltó información y acompañamiento a la gente.
Pero al contrario, los grandes medios haciendo mal uso de la libertad de prensa generaron sensacionalismo incendiario y más aun se dedicaron a regañar a la gente. También tienen una alta cuota de responsabilidad en el desastre y ya son al menos cuatro personas muertas. Contrario a lo dicho por el Ministro de Defensa, atención especial merece la acción de un sector importante de la policía, señalado por muchos como responsable del inicio de los desmanes. En ciudades del Sur de Colombia testimonios y videos (circulan en Youtube: http://es.youtube.com/watch?v=DmJ7QVaK8KE) muestran los desafueros de uniformados, los cuales terminaron enardeciendo a la gente.
La causa del desplome también fue la provocación y conductas inapropiadas de estos personajes que tenían obligaciones de control. Por todas estas circunstancias, al estado le cabe una enorme cuota de responsabilidad en esta catástrofe social. El Presidente teóricamente ya la asumió. Por todo ello está obligado a solucionar ágilmente buena parte de la situación anómala de los afectados por la enorme negligencia oficial y el mal proceder de un sector de sus propios agentes oficiales. La falta de acciones oportunas y contundentes del gobierno terminó "legitimando" una buena cantidad de pirámides.
De allí que tendrá que darse la "pela" para resolver esta crisis porque los costos sociales, económicos, de desarrollo y convivencia serían elevados. Y mucho más las demandas que contra el estado prosperarían como en el caso peruano. fabio121@gmail.com
Fundado en Madrid, en el año 2005. Por Marco Antonio Valencia Calle