Escrito por Harold Astaiza Velasco
viernes, 14 de noviembre de 2008
fuente: EL LIBERAL
Fueron varios los usuarios de Drfe que alcanzaron a disfrutar de sus ganancias, contrastadas con los que perdieron todas sus ilusiones. Después de la tormentosa y casi apocalíptica tarde del miércoles 12 de noviembre, donde se desplomó la ‘pirámide’ o ‘el hueco’, como popularmente fue conocida la tristemente célebre empresa Drfe, varios usuarios alcanzaron a disfrutar de las ganancias, incluso alrededor del negocio se ‘cocinaron’ otros.Las personas que invirtieron importantes capitales y otras que depositaron cantidades menores, vieron como a comienzos de 2008 el año financiero ‘pintaba’ bien.Carlos se enteró que unos vecinos invirtieron en la empresa y le ‘picó el bicho’, no lo pensó demasiado y vendió su moto para tener efectivo. Inició una aventura financiera que sería una suerte de de romance con la chica que hasta el momento era la más bonita.La promesa de amor era que le entregaría el doble de la inversión al cabo de un mes. Efectivamente se cumplió y Carlos salió con cara de alegría, cual adolescente en su primer beso.Así transcurrieron los meses y este afortunado payanés comenzó a ver como su situación financiera mejoraba, a tal punto que compró una nueva moto, y equipo de sonido, hasta el miércoles pasado donde terminó un sueño sacado de los libros mágicos donde todo es color de rosa.Lucía vivió también su propio idilio, le pidió prestado dinero a su padre cuando se enteró que una empresa instalada en el norte de la ciudad brindaba jugosos intereses, que no tenían antecedentes en esta capital.
Con la desconfianza propia de los padres que saben más por ‘viejos que por diablos’, le entregó parte de sus ahorros.La disciplinada mujer, salió muy temprano en la mañana a hacer la fila en ‘el hueco’, cumplió los trámites de rigor y depositó un millón de pesos. Cada mes cobraba intereses, le devolvió el dinero a su papá y además le alcanzó para darse algunos gustos personales.Julián fue otro de los ciudadanos anónimos que entró al numeroso grupo de inversionistas caucanos. Vio en su viejo Chevrolet Sprint la oportunidad de cambiarlo y hacerse a uno mejor. Efectivamente vendió su ‘viejo’ carro por poco más de 8 millones que fueron a parar a las arcas del ‘hueco’, donde tendría una rentabilidad del 100 por ciento y en los mejores momentos hasta del 150 por ciento.En su primer pago fue al concesionario, y dio más de la mitad para la cuota inicial, compró un Chevrolet Abeo y con las ganancias que recibía cumplidamente cada mes fue abonando a la deuda de su nuevo vehículo, hoy contrario a las personas que vieron sus dineros e ilusiones perdidas, Julián disfruta de su vehículo nuevo, pero con el sabor agridulce de lo que pudo significar más ganancias y más sueños cumplidos.
El rebusque
Como en los grandes espectáculos, donde se aglutinan numerosas personas, los vendedores y unos más creativos, se dieron la forma de hacer su propio negocio a costa de los usuarios de Drfe.Pedro, por ejemplo, madrugaba a hacer las extensas filas que los inversionistas día a día protagonizaban a los alrededores de la empresa captadora para retirar o ingresar el dinero. Cobraba hasta 100 mil pesos por conseguir un cupo.
De esa manera, gracias al ‘hueco’ y sin necesidad de invertir un solo peso, este necesitado pero recursivo hombre ‘hizo su agosto’.Las extensas jornadas de trabajo, sin jefe que le diera órdenes, finalizaban para Pedro llenas de felicidad y con el bolsillo lleno de los centavos que sudaba por la necesidad de quienes veían en él a su mensajero de la suerte.Ni qué decir de los vendedores de minutos, frutas, helados, videos y hasta en los últimos días de quienes vendían el comunicado donde se informaba de las nuevas medidas de la empresa.Estas historias, son parte de los que ‘le sacaron el jugo’ al hueco, contrastadas con lo que para muchos significa hoy desilusión y tristeza.