GUERRA EN EL CAUCA: HABLA LA IGLESIA
El derecho a vivir en paz
por Monseñor IVAN MARINO LOPEZ
EL SEMBRADOR/
Los recientes acontecimientos vividos por los pueblos del nororiente y sur del Cauca, en los que la población civil se ha visto tan duramente golpeada, incluyendo la dolora pérdida de vidas humanas, heridos y personas desplazadas, y sobre todo una situación de zozobra e intranquilidad que no permite vivir en paz a nuestros campesinos e indígenas, es una muestra más de la dolorosa situación de marginamiento en la que ha vivido nuestro departamento y que a lo largo de los años se ha ido acrecentando por parte de los actores de la violencia, sin encontrar las debidas soluciones que puedan llevar a nuestras comunidades a transitar verdaderos caminos de justicia y de paz.
Es la situación que la Iglesia ha mostrado como parte de la realidad de los pueblos de América Latina, y que el documento de Aparecida ya señalaba como preocupante: “Esto nos debe llevar a contemplar los rostros de quienes sufren. Entre ellos, están las comunidades indígenas y afroamericanas, que, en muchas ocasiones, no son tratadas con dignidad e igualdad de condiciones; muchas mujeres, que son excluidas en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica; jóvenes, que reciben una educación de baja calidad y no tienen oportunidades de progresar…; muchos pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra…Millones de personas y familias viven en la miseria e incluso pasan hambre…No olvidamos tampoco a los secuestrados y a los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana….” (Cf DA 65).
Sabemos que se hacen esfuerzos de parte del Estado por mitigar las tensiones y aliviar las situaciones del conflicto. Pero creemos que siempre será necesario explorar nuevas vías de compromiso con lascomunidades más necesitadas, no solo en el campode la acciónmilitar, sino sobre todo en la respuesta social con programas y acciones concretas en favor de las comunidades más afectadas por la violencia.
Creemos también que es necesaria la disposición al diálogo de todas las partes para encontrar los caminos más adecuados a la difícil situación que se vive. El respeto mutuo, la colaboración solidaria y la búsqueda del bien de todos los ciudadanos por fuera de intereses particulares, debería ser la consigna del Estado y las comunidades en esta hora de tensión y dificultad.
La Iglesia seguirá llevando su voz de esperanza y su presencia estimulante y de acompañamiento en medio de la desesperanza y el dolor, rechazando siempre todo aquello que significa violencia e irrespeto a la persona humana, y exigiendo como parte de su misión propia a favor de la vida, que se acaben las estructuras de muerte, la violencia y las injusticias internas y externas, denunciando las situaciones de pecado y anunciando a Jesucristo y la Buena Nueva del Reino de Dios, que es verdad, justicia, amor y paz. Pero lo que si queremos es que en el Cauca no se derrame más sangre inocente y que a los pueblos se lesrespete el derecho que tienen a vivir en paz.