El conflicto del Cauca tiene cinco siglos
Daniel Samper Pizano
La Historia revela las complejas raíces de un problema que no se solucionará a punta de balas ni a punta de Twitter.
Indígenas que apalean soldados... tiros de la Fuerza Pública que causan la muerte a un joven indígena... guerrilleros que disparan a un policía... indígenas que capturan a tres milicianos de la guerrilla... La situación es tan confusa, son tantas sus aristas y flotan tantas mentiras, que es imposible entender el conflicto en el norte del Cauca sin una perspectiva histórica. Hay demasiados elementos revueltos para suponer, como creen algunos, que los indígenas son aliados de las Farc o que los militares, según imaginan otros, deben renunciar a toda jurisdicción en zonas indígenas.
Sorprenderá saber que, hace casi 500 años, el cronista Juan de Castellanos ya refería que "los indios todos vienen bien armados". Y que hace algo más de un siglo el francés Pierre d'Espagnat señaló que en Colombia existe "una masa innumerable que no cuenta, que nada posee", y describió en los siguientes términos el gobierno y a quienes lo ejercen: "Toda la vida de Bogotá, como sucede en varias de estas repúblicas suramericanas, por fuerzas oligárquicas se concentra en las manos de unas cincuenta familias que arrebataron esa misión directiva a otras tantas familias liberales". Dadas las condiciones de miseria, luchas sociales y enfrentamientos políticos, d'Espagnat considera explicable que "desde 1820 [Y HASTA 1900]Colombia haya padecido no menos de 76 revoluciones o conatos de revolución".
Hablamos, pues, de un problema cuyas raíces son complejas y antiguas: la lucha por la tierra, la presencia constante de armas y protagonistas violentos, la pobreza general y la dificultad de que un conflicto tan intrincado pueda solucionarse desde un poder central controlado por familias oligárquicas. (A propósito: muchos de los altos cargos del actual gobierno se han asignado a jóvenes cachorros de aquellas cien familias que menciona el viajero francés.) Súmenle a la situación la capacidad corruptora y violenta del narcotráfico, que todo lo agrava y lo degrada. Y prepárense, además, para la tal "minería amazónica sostenible", que amenaza al Putumayo y ya propició una marcha de protesta de 4.000 indígenas y campesinos.
Con semejantes antecedentes, es una torpeza hablar de "indígenas terroristas" y lo es aún más imaginar que lo que necesita la comarca es una aplastante presencia militar. Por supuesto que de todo esto se aprovechan las Farc, cuyos jefes sufren de dislexia política y ordenan acciones que casi siempre favorecen a sus mayores enemigos.
Sería muy peligroso tratar los enfrentamientos ocurridos en el Cauca como si fueran choques entre fuerzas contrincantes o esquematizar tan confuso problema a punta de Twitter, un medio de comunicación para quinceañeros. Por eso, los "aportes ideológicos" del expresidente Álvaro Uribe han sido tan pobres y demagógicos como este: "Esta tragedia del Cauca empezó de nuevo cuando el Gobierno cambió la Seguridad Democrática por la postura publicitaria de izquierda de coctel".
Lo más sensato sería acudir a una mediación internacional como la que ha ofrecido la ONU. Su oficina en Colombia repudia las agresiones de cualquier lado y ha puesto sobre la mesa sus buenos oficios para facilitar el diálogo entre las partes. Con su ayuda será posible superar la crisis actual. Pero no olvidemos que el problema surgió hace siglos y sigue vivo.
Daniel Samper Pizano
cambalache@mail.ddnet.es
cambalache@mail.ddnet.es