Por: Santiago
Zambrano Simmonds
A falta de una clase política que sólo se
caracteriza por sus genuflexiones y egoísmos, la sangre ha hecho visible al
Cauca en tres aspectos que Colombia debe discutir y que el Departamento debe
liderar: La discriminación positiva a favor de las minorías, la política anti
drogas y la estrategia militar.
Aquí en el Cauca, a la mayoría de la
población nos corre sangre indígena y de la cual estamos orgullosos, pero la constitución gira en favor de los
puros y no de los mestizos como si fuéramos culpables de lo sucedido hace
quinientos años. La Carta del 91, no percató en las condiciones de vida de la
mayoría de la población y cómo están hoy las cosas es mejor ser indígena que
mestizo.
El Cauca debe hacer una gran mesa de tierras
donde esté incluida toda la población y donde todos lleguemos con la
disposición de ceder. Mi propuesta siempre ha sido la municipalización de los
resguardos, teniendo como premisa la finitud de los recursos y que por ende
deben tener el propósito de la productividad, porque se debe acabar el
sonsonete de la imposición de los colonos
en el quehacer indígena, porque si a eso vamos habrá que preguntarles a algunos
¿porqué incluyeron en sus planes de vida la producción de la coca, la marihuana y la
amapola a escalas superiores a las de sus ancestros?
La política antidrogas debe replantearse con
determinación, porque si bien es un problema mundial, sin duda el país más
afectado es Colombia, pues a través de ese negocio de una u otra manera
cambiamos para mal todos los colombianos.
Este asunto debe tratarse no desde la perspectiva moral sino económica. Basado
en uno de los principios fundamentales de la economía, es que nos damos cuenta
lo fútil que es y seguirá siendo la represión. Dice uno de sus principios: Todo agente económico maximiza sus ganancias, que
para el caso que nos ocupa el agente es el campesino, entonces ¿qué producto,
en términos de peso específico, tiene tanta retribución económica?... ninguno. Entonces
lo que se debe hacer es deprimir el precio. ¿Cómo se hace? Legalizando los
cultivos. Pero es que con esa medida
nadie nos comprará nuestros productos, dirán algunos. Eso no es cierto porque
si algo ha demostrado la economía mundial es que es diametralmente ajena a la
moral imperante, por eso Estados Unidos le
compra petróleo a Venezuela, Libia e Irak; por eso la Unión Soviéticale
compraba el trigo a los norteamericanos.
No nos debemos olvidar que el
petróleo y el carbón colombiano el mundo los necesita, además hoy en Suramérica se habla de región y
Brasil, está ávido en energéticos y en reclamar su liderazgo a través del
comercio.
Las fuerzas militares deben recuperar su
norte. Ser militar debe ser un asunto de vocación, por eso no pueden seguir
habiendo oficiales con negocios simultáneos en minería, obras y drogas los
cuales afectan la moral de sus tropas. Con asombro el país se ha ido dando
cuenta la cantidad de altos mandos militares involucrados en negocios ajenos al
quehacer militar. Finalmente en este asunto, es imperativo que los cuarteles y
las estaciones de seguridad salgan fuera de las poblaciones como en algún
momento lo hicieron los franceses. Aquí a veces parece que los militares se
resguardan a través de la población civil, cuando en realidad debería ser al
contrario.
Además de lo anterior, de lo que sí con seguridad tiene que librarse el
Cauca, es de ese grupo de personas que vive del conflicto y que no tiene la
menor intensión de un Cauca pacífico: Los de extrema derecha que añoran un
imaginario de seguridad que en realidad sólo existió en el eje de la vía
panamericana, pero que fue profusamente generoso en contratación con el Estado,
llámese en concesiones mineras, salud, obras, provisiones para el ejercito,
entre otros; y los de izquierda que upan
la intolerancia a través de ONG y fundaciones, cómodamente sentados en
Bogotá, manipulando cifras para obtener ayudas nacionales e
internacionales, personas a las que ya
ni siquiera se les puede calificar de mamertos sino de mamarrachos.