Desarrollo sin la gente
Por: PAULA MORENO |
EL TIEMPO, COLUMNISTAS
Paula Moreno
Un desafío que requiere entrar a un plano ético que convoque al ser humano alrededor de sus activos y sus capacidades.
Hay una recurrente inquietud por el desarrollo del Pacífico. Poco a poco se entiende que cuando se hace alusión a la Costa, ya no solo es el Caribe sino también el Pacífico, por una verdad innegable: si Colombia aspira a tener una plataforma económica ambiciosa con Asia, a alcanzar un nivel medio de desarrollo y a frenar fenómenos migratorios en ciudades como Medellín o Cali, nada de esto es posible si el Pacífico sigue en el nivel de estancamiento en que está.
Amartya Sen, en uno de sus últimos libros, Primero la gente, hace un llamado a una ética del desarrollo con tres aspectos fundamentales: (i) la gente es actor y agente no paciente; (ii) la gente necesita participación equitativa que responde a lo que se merece y por lo que aporta; (iii) una educación para elegir y dirigir y no sólo para seguir. Tres elementos necesarios para cambiar lo que históricamente se ha planteado en el Pacífico, y es el desarrollo sin la gente.
Sí, desarrollo sin la gente, se ha creído que la pobreza es un asunto exclusivamente de recursos económicos para mitigar necesidades básicas, midiendo su reducción exclusivamente por los subsidios o provisiones. A la par, ha surgido un revanchismo ilegal con estructuras de poder perversas asociadas al narcotráfico o la corrupción que tratan de demostrar que se tienen los mismos recursos y acceso a posiciones de poder. Un doble desafío que requiere entrar a un plano ético que convoque al ser humano, más allá que por sus carencias, alrededor de sus activos y sus capacidades.
En el Pacífico, todos hemos tratado, desde diferentes espacios, tanto la cooperación con millonarias inversiones, el sector privado ausente o con un esquema de apartheid y los gobiernos, que pasan sin ver transformaciones estructurales. En todos los frentes, hay que reconocer que no se han brindado las mejores herramientas para que la gente despliegue toda su capacidad ni se ha ejercido control en espacios donde se ha permitido que liderazgos negativos asuman vocerías que han retrasado el avance general. Otro ejemplo, la ausencia de entidades o programas educativos de calidad en Quibdó, Buenaventura o Tumaco, fundamentales para la competitividad. Las universidades Tecnológica del Chocó y la del Pacífico necesitan con urgencia cambios estructurales para que comiencen a ser en realidad un eje del desarrollo de la región. La gente local no puede seguir siendo básicamente operaria y no protagonista a nivel técnico y directivo de las apuestas económicas. Todos estos factores los reducen en muchas ocasiones a ser espectadores frustrados, reactivos y poco informados del desarrollo. Un desarrollo que desde lo externo se considera un favor y una gran contribución, pero que sin la integración efectiva de las comunidades no significa nada para la mayoría, fuera de los líderes que se aprovechan y son utilizados para dar contentillo.
Hace una semana, Diana Trochéz, de Cali, becaria del Fondo Juventud y Construcción de Paz (BBVA-U. Icesi), explicó por qué quería ser profesional: "... Siempre nos estudian y analizan personas que no están ni han vivido con nosotros. Ellos dicen quiénes somos, cómo nos relacionamos y qué esperamos... Y si usted de un grupo pequeño lee de manera equivocada, cuando lo extiende a una ciudad, a un departamento o a un país, está mostrando realidades distorsionadas, que afectan el desarrollo integral de muchos. La política, la economía... dependen de cómo se interpretan las sociedades, y creo que necesitamos nuevas lecturas, con y desde nosotros, que en muchos casos somos los otros". Yo creo que Amartya Sen y Diana tienen la razón: no podemos seguir pensando el desarrollo sin la gente en igualdad de oportunidades, capacidades y posiciones para decidir y generar el bienestar con, desde y para todos.
* Presidenta Corporación Manos Visibles