jueves, julio 19, 2012

COLUMNA DE OSCAR COLLAZOS, GUERRA EN EL CAUCA


COLUMNA DE EL TIEMPO 'Fusiles o bastones' Por: ÓSCAR COLLAZOS | 7:44 p.m. | 18 de Julio del 2012 Óscar Collazos Sería ingenuo pensar que las Farc se quedarán quietas y al margen después de la 'expulsión', más simbólica que real, de los territorios indígenas. El 15 de agosto del 2004, Semana publicó un informe titulado 'Fusiles o bastones'. El texto resumía una situación que cada cierto tiempo hay que volver a resumir: las tensiones entre las comunidades indígenas del Cauca y las Fuerzas Militares del Estado colombiano en su lucha contra la guerrilla y organizaciones armadas fuera de la ley. Nada distinto a las tensiones de hoy, pero con actores quizá mucho más cautelosos. En esa ocasión -según la reseña de Semana-, "por considerar que estos territorios son claves para la ofensiva del Gobierno, el presidente Álvaro Uribe insiste en que la guardia (se refería a la guardia indígena) debe articularse a las Fuerzas Militares a través de un oficial de enlace". En la de ahora, la cautela del presidente Santos no ha llegado al extremo de confundir autoridad con soberbia, aunque ha tenido que ser enérgica. En circunstancias casi idénticas (enfrentamientos de las Farc con la Fuerza Pública), Santos, al igual que Uribe, decidió no retirar la Fuerza Pública de Toribío, pero, a diferencia de este, asumió al comienzo de las tensiones un tono de respeto hacia la territorialidad indígena, protagonista, sin embargo, de humillantes agresiones contra miembros del Ejército en el estratégico cerro Berlín, de Toribío. La prudencia de las Fuerzas Militares ha sido en este caso mayor que la agresividad de algunos indígenas al tratar de "sacar" de sus territorios a la Fuerza Pública, teniendo a la guerrilla como beneficiaria directa de esta expulsión. Pero el error, aceptado por miembros de la guardia indígena, no justifica la irracionalidad de muchos sectores, ahora en precampaña presidencial, que condenan la prudencia del Gobierno. "Las comunidades indígenas tienen una posición digamos filosófica y política vinculada a sus conquistas de los últimos años, de los reconocimientos de sus normas y costumbres de su territorio y por eso hay que acercarse a ellas sobre las bases del respeto hacia esa concepción", explicó a Semana Temístocles Ortega, gobernador del Cauca. La sensatez de esta respuesta no satisface, por supuesto, a quienes hubieran preferido una acción más agresiva de las Fuerzas Militares y que en Berlín se hubiera disparado contra los enardecidos indígenas que humillaron a miembros de la tropa. Pero si se hiciera esta interpretación de la "soberanía", las comunidades indígenas estarían más expuestas que hoy al halago y a las presiones armadas de la guerrilla, al desencanto y a la rabia ancestral contra el Estado y su Fuerza Pública. En agosto del 2004, el presidente Uribe pedía en tono beligerante que, al articularse a las Fuerzas Militares, los indígenas tomaran partido y que colaboraran con las redes de informantes. Pedía, de hecho, que los indígenas se convirtieran en actores armados del conflicto, cuya existencia él negaba. "No permitiré extraterritorialidades", dijo el presidente en uno de sus "realities agropecuarios". Sería ingenuo pensar que las Farc se quedarán quietas y al margen después de la "expulsión", más simbólica que real, de los territorios indígenas. Tan ingenuo como creer que no seguirían penetrando ideológicamente por las grietas que se abran en una comunidad que, a sus resistencias ancestrales, suma los malentendidos y el resentimiento que el Estado no ha podido atenuar y que no atenuaría sino que incrementaría con acciones de fuerza. Pero si no se actúa con prudencia y respeto, la "firmeza" será fósforo arrojado al polvorín. Como el indígena muerto a bala en la madrugada de ayer en Caldono. collazos_oscar@yahoo.es

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