ábado 21 de Julio de 2012 - 03:55 PM
Otra mirada al Cauca
POR JUAN MANUEL GALAN
EL LIBERAL
El conflicto entre el Gobierno Nacional y los indígenas del Cauca ha cubierto la atención de los medios de comunicación. Por un lado, la Fuerza Pública se desplegó en este departamento, como respuesta a los constantes hostigamientos del Sexto Frente de las FARC y a los ataques en Toribío, Miranda y Jambaló. Por otro, la guardia indígena del pueblo Nasa ha respondido desmontando puntos de control policiales en la zona urbana de Toribío, desalojando a las FARC y tomándose un cerro de telecomunicaciones en el que acampaban tropas del Ejército.
Esta situación ha sido aprovechada para denunciar el debilitamiento de las Fuerzas Armadas, el avance de la guerrilla, las infiltraciones en organizaciones indígenas y en general, para crear un clima polarizado en torno a una situación que no es nueva, pero necesita nuevas formas de solución. Esta crisis de orden público en el Cauca merece un análisis sereno y pausado que vaya más allá del perverso interés de tomar ventaja de la situación y busque una manera de alinear la necesidad de seguridad de los colombianos y el respeto por la autonomía de los pueblos indígenas, con un objetivo que todos tenemos en común: desarticular a la guerrilla y sus prácticas violentas, y al narcotráfico como su principal fuente de sostenimiento económico.
Lo que vive por estos días el Cauca no es nuevo ni responde únicamente a la voluntad de sus actores. Es la historia de un pueblo que por años se ha mantenido en pie de lucha y resistencia frente a fenómenos como la propiedad de la tierra, el auge de los cultivos ilícitos, la minería ilegal, las bandas criminales, la presencia guerrillera y adicionalmente ha tenido que lidiar con debilidades institucionales como la corrupción y la politiquería, y sus consecuencias. Las relaciones entre los indígenas y el Estado colombiano se han tornado conflictivas debido al incumplimiento mutuo de compromisos. Adicionalmente, es necesario tener en cuenta las condiciones topográficas de un departamento que facilita las acciones criminales de la guerrilla y la presencia de cultivos ilícitos. Finalmente, la desarticulación en las organizaciones indígenas pone en riesgo su estructura jerárquica, la homogeneidad de su movimiento, el reconocimiento de su autonomía en el manejo del territorio y el de sus autoridades tradicionales. Todo esto, dentro del marco de un conflicto armado que ha traído ataques perpetrados contra indígenas de la etnia Nasa, como Tacueyo, El Nilo, y la masacre en el municipio de Corinto.
Los análisis maniqueos entre buenos y malos se agotan muy rápido. Ante un nuevo esfuerzo de diálogo y concertación que no es el primero, se requieren mecanismos de verificación e indicadores en los acuerdos para que las partes cumplan. El comportamiento de nuestras Fuerzas Armadas ha sido ejemplar. En oposición a aquellas voces de agitación que las censuran, quiero hacer un público reconocimiento al manejo que le han dado al desalojo llevado a cabo por los indígenas paeces. Los hechos en el Cauca han mostrado una política militar institucional de respeto a los derechos humanos, y la tropa ha dejado ver que a pesar de las agresiones que han sufrido, responden de forma digna, sin agresiones ni con el poder de las armas, sino todo lo contrario, ratificando una posición de dialogo y respeto frente a los indígenas y al mismo tiempo, de constante vigilancia y ataque frente a los criminales de las Farc.