martes, julio 15, 2008

Milagro en Popayán

Escrito por Francisco Campillo


Alguien depositó un rollo de caca fresca sobre la cabeza de la estatua del sabio Caldas. Inmediatamente el rollo fue recogido y examinado por una comisión de altos científicos payaneses con el objetivo preciso de determinar por medio de una análisis cromosómico o algo así, el culpable de semejante proeza, pues por el honor y la profilaxis icónica de la ciudad, era necesario encontrar al cochino marrano que se trepó, cual malabarista de circo, sobre la sabia cabeza del sabio para descargar ahí sus inmundos intestinos.

Mientras los científicos sometían el rollo al rigor de la ciencia, la ciudad fue escenario de una acalorada polémica, lo primero que se dijo era que se trataba de uno de los ultrajes más graves al espíritu payanés y que por lo tanto, era justo que la ciencia se aplicara a encontrar la verdad detrás de dicha caca.

La iglesia argumentó la presencia del rollo en la cabeza, desde el punto de vista de la crisis moral por la cual el mundo globalizado pasaba. Las autoridades calificaron el rollo como terrorista, pues el efecto simbólico había sido explosivo. Los filósofos plantearon una compleja hermenéutica de los excrementos, incluso se habló, no sé por qué, de la caca de Aristóteles, ello quizá en un complejo giro metafísico que produjo resquemores entre los más acendrados nietzscheanos del momento. Los antropólogos, por su parte, no dejaron de hacer sus aportes al fenómeno desde autores como Lévi-Strauss que no sé dónde habla de la relación mito y caca.

Los historiadores dijeron que no era para tanto, pues tampoco se trataba de la última gran caca de la historia. Iluminadora fue la respuesta de los politólogos que de modo taxativo propusieron: “la caca es una asunto eminentemente político”.

Por lo demás, un reconocido pintor de la ciudad hizo un retrato de la estatua del sabio con el misteriosa rollo de caca en la cabeza, lo extraño fue que el rollo le venía fantásticamente bien, le daba a la expresión pensativa del sabio una especie de nueva profundidad, más postmoderna quizá, como si ahora el sabio hubiera pasado a pensar en cosas tan actuales como las fiestas suinger, o el calentamiento global, o la nanotecnología.
Los poetas tampoco se quedaron atrás, uno muy reconocido escribió “Oda a la caca en la cabeza del sabio”, quizá uno de los más altos y bellos poemas en la historia literaria de Popayán, digno de la pluma de Rafael Maya o Guillermo Valencia.
A todas estas, la comisión de científicos dictaminó, para asombro de todos, que la caca no era humana, por más que sus aromas fueran en verdad mordientes y horribles.
La conclusión final de dicho informe nos ha dejado a todos estupefactos: la caca pertenece a un ángel.

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