martes, julio 22, 2008

LA POLÍTICA EN MANOS DE POLÍTICOS




Por Leopoldo de Quevedo y Monroy
leoquevedom@hotmail.com
Colombiano

No lo voy a descalificar a usted si es conservador o liberal o socialdemócrata. Como tampoco meto la nariz para verificar si usted es cristiano, o católico o seguidor del Islam y la Media Luna. No cuestionaré si es amigo de Platón o de Coello o de Spinoza o Mussolini o de la frutoterapia para hacer crecer el cabello. Cada quien se afilia o desafilia por costumbre, por familia, por amistad o por la ciencia, según la libertad nos lo permite.

Quiero hablar de la política como arte y verificar si los postulados aplican en nuestro medio. Claro que los trogloditas no conocieron sino el garrote del poder en la Edad de Piedra. Mucho de eso nos queda hoy en día, pero su imagen es más definida y urbana.

¡Ah, la política! Bandeja de plata y fantasías. Cuántos hambrientos la han robado de manos de la cuna noble de la gente para manosearla y venderla. Los griegos no pudieron definirla pero presentían que era un monstruo más avasallante que un saurio de boca filuda. Se hallaba disperso entre el pueblo y abría sus fauces cada vez que un lenguaraz acudía al ágora a agitar su toga y a gritar sandeces. Maquiavelo, en su delirante prosa la definió como el arte de gobernar al pueblo con astucia y sin piedad. En adelante reyes, príncipes, presidentes y lagartos han seguido sus consignas y han perfeccionado tal disfraz de arte.

La política debería ser de verdad un arte con todas sus arandelas de oro. Quien la ejerce debería estudiar al ser humano, sus carencias y ansiedades. Debería ir tejiéndola como manto caliente para cubrir lo que le falta de ingenio al mísero y al obtuso. La debería querer como novia pobre para enriquecerla con sus desvelos, para quitarle sus andrajos, socorrerla en sus trabajos y lavarle sus heridas. Para algo le dan buena paga y la ley le ha puesto en la mano el bastón de mando de cacique del gran Cabildo que es la Patria.

¡A qué muladar ha caído la novia! El político ha vuelto la cara y se ha amangualado con la Avaricia, la Corruptela, la Prebenda y el Desgreño y ha hecho de ellos su amante loco y su dios de cuernos de deleites y favores. Se ha tapado con la colcha indiferente de la ceguera y para él no existe la realidad. Sólo siente su respiración y su bolsillo y lo demás no le interesa. El aire a su alrededor está enrarecido y el sol no alumbra sino a sus amigos. Cualquier avaro tiene asiento en la Cámara de los Lores y no quiere ser calificado por las Cortes. Su trabajo se mide por la cantidad de viajes pagados, los sueños y babas soltadas en sesiones, las cenas en palacio y el pupitrazo a sus queridos micos.

¿Cómo se imagina usted a la política? Vaya un día al Capitolio, dése un paseíto a la Asamblea, asista el 20 de julio al Congreso. Allá está vestida con crema y nata, abierta de piernas en curul verde y rosa. ¡Qué señores tan rebonitos! Todos redondos y con ternos ingleses. ¡Qué tan bien afeitaditos, qué estómago tan contorneado! Parecen la estampa de un obispo bien alimentado o del buen papa Juan comiendo pavo. Todo huele a perfume de Salomé, la de Herodías o de la Duncan. Cualquier cabeza puede rodar a su mando. Quien los vea creería que está en presencia de Churchill o de un magnate de Utopía en donde llueve petróleo, oro, carbón, dólares, yenes y arroz. ¿Usted, acaso, no los visto? Véalos por televisión cuando monten al avión de Tatoo hacia las Islas de Caimán o del Rosario.

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