martes, julio 29, 2008

40 AÑOS POR DOS METREOS


POR FABIO AREVALO.


Fueron necesarios 40 años para reducir el registro de los 100 metros planos en un poco más de dos décimas de segundo. En 1968, en los Olímpicos de México, el estadounidense Jim Hines ganó la final del hectómetro al marcar 9,95 segundos, y cuatro décadas después, el jamaiquino Usain Bolt alcanzó 9,72 segundos. La mejoría de 23 centésimas en la 'prueba reina' no parece significativa. Sin embargo, ha requerido de un gigantesco desarrollo de la ciencia y la tecnología.
Los dos metros de ventaja que Bolt tomaría a Hines si mirásemos las películas de sus récords de manera simultánea no son el resultado de un mayor talento, sino del mejoramiento de las condiciones externas. Para lograr esa diferencia fue imprescindible optimizar y manipular las capacidades, así como diseñar sistemas de entrenamiento que hicieran énfasis en cualidades específicas. En especial, la potencia y la velocidad, cuyo perfeccionamiento ha requerido de la selección de un biotipo con mayor desarrollo en las fibras de contracción rápida de los músculos.
Entre los atletas de hace 50 o 40 años no existieron mayores cambios y por eso la mejoría de las marcas fue tímida a mediados de siglo. Los Olímpicos de 1968 fueron el punto de quiebre por varios hechos, entre ellos la implantación del sistema de cronometraje electrónico y la preocupación que produjo la competencia por encima de los 2.200 metros sobre el nivel del mar.
Aquello significó diseñar una preparación basada en principios científicos, enfocada en cuidar la salud de los atletas y en mantener el desempeño pese a la escasez de oxígeno. Los entrenadores además apelaron a una nutrición centrada en incrementar la reserva energética, llevar los porcentajes de grasa a niveles mínimos y contribuir al desarrollo de un biotipo adecuado.
Las diferencias entre Hines y Bolt son evidentes. El porcentaje de masa muscular en los deportistas de hace medio siglo era del 46 al 48 por ciento del peso total de su cuerpo. En contraste, hoy puede sobrepasar el 50 por ciento, lo cual otorga una mayor disponibilidad energética.

La revolución de los materiales deportivos también ha favorecido a los atletas en la medida en que les ha brindado más comodidad. Aparte de los uniformes ultralivianos, la estructura de las zapatillas de competencia ha otorgado ventajas biomecánicas. Los expertos calculan que por cada 100 gramos menos en el peso del calzado, el atleta ahorra un uno por ciento de energía. Y ahí aparece otra ventaja para Bolt: su calzado es 150 gramos más liviano que el de Hines.
Los plusmarquistas que llegan a Beijing están cuidadosamente tratados, vitaminizados, sin un gramo de grasa en exceso y con unas zapatillas hechas a su medida cuyo peso apenas sobrepasa los 100 gramos. Hace medio siglo esto era solo un sueño. Hoy, a un costo muy alto, se han ganado unas centésimas de segundo. Pero una sola puede significar la diferencia entre la gloria y la derrota.

Por Fabio Arévalo Rosero, MDEspecialista en ciencia deportiva.

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