viernes, septiembre 05, 2008

CONTRAESCAPE A LA VISTA

POR: LOPOLDO QUEVEDO

No sólo es cambio de mando en El Tiempo. Apenas es cambio de dueño. Pero hay que celebrarlo. La transparencia es buena cosa. Eso de las mitades y de socio aunque sea mayoritario no fue buena compañía. Sociedad ni con las cobijas. Mucho menos, hoy por hoy, cuando la política es la que manda en el mercado. Ahí se acaba la frontera de las libertades.

Desde cuando los Santos se callaron muchas verdades porque el hermano Juan Manuel subió al podio de la divinidad, los colombianos nos perdimos a uno de los mejores columnistas que ha tenido el periodismo nacional. Enrique Santos Calderón se encerró en la dirección, luego se maniató más con la orientación aguada de los nuevos dueños. Enrique, que nada tiene de tímido, estaba boquimudo. ¿Qué pensaría en estos seis años de sequía de tinta en su famosa quinta columna?

El que ha sido, no deja de serlo, dice la voz común. ¿Será que por el paso de los años y peso de su hermano encima, las ideas de Enrique cambiaron y se volvió sin sal e incoloro ? Será que ahora volverá por los fueros del Gobierno y se olvidará de las andanadas de lava y garrote que sacaba ministros, congresistas y cantaba la tabla a Raimundo y todo el mundo? El show de la palabra directa y con argumentos contundentes quedó en manos de Petro en los debates privados del Congreso. Ni de lejos tenía su fuste la energía ni la polenta de gallo de Contraescape, el desayuno diario a que estábamos acostumbrados quienes comprábamos el santo El Tiempo.

Esperamos de nuevo en Enrique independencia y bizarría. Que tome en su mano la espada de Damocles y que caiga todo el peso de su filo sobre chanchullos, jugatadas en secreto de ministros y de súperes. No importa que las faranduleras animadoras convertidas en minicomentaristas al final de noticieros se queden sin su oficio. Enrique no sabe de culinaria y su pluma no es de gallina alaraquienta ni de chismes light.

Ya El Tiempo no lleva el sello de don Eduardo ni de Villegas sus fundadores. Ya no empuña la bandera roja que libró batallas incruentas por la democracia. Ya no están llenas sus páginas de aquel divino verbo castellano que hizo famosa a la Atenas suramericana. Ya no está ni Calibán, ni el doctor Panesso y D´Artagnán dejó su tizona para dedicarse a los tizones. Pero la noticia es que ahora vuelve por sus fueros quien fuera la insignia del periódico por dos lustros.

Recogerá los trastos que había dejado en los chiqueros, empuñará los arreos sagrados de la Palabra viva y saldrá al ruedo a bufar y resoplar aunque haya vientos y tormentas en la arena.

Saludamos con euforia el regreso del adalid de los quintacolumnistas y volveremos a comprar El Tiempo para tomarlo con tinto y pan de bono, con arepa y mazamorra, con chocolate espeso y tamal santafereño.
28-08-08 7:40 p.m.

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