Cómo hace falta en Colombia asumir prácticas de tolerancia, de respeto y consideración al otro, de solidaridad, de socialización política, de diálogos y concertaciones, de reconocimiento de las diferencias, de solución negociada de los conflictos; en fin, prácticas que puedan validar la construcción de una ética ciudadana capaz de crear tejido social en procura de una sociedad democrática basada en valores de igualdad, la libertad, los derechos individuales y colectivos, la participación ciudadana, elementos cuya vigencia debe caracterizar la existencia de una sociedad moderna.
Las múltiples expresiones de violencia de la sociedad colombiana nos muestran a diario la poca capacidad de cohesión social. El individualismo enfermizo, la indiferencia generalizada, el asechar al otro para atacarlo, la envidia que enaltece el egoísmo, la desconsideración, la mala fe, la intriga, el menosprecio, la inseguridad, los abusos de toda índole son prácticas cotidianas que se encargan de generar un ambiente de desconfianza y escepticismo.
Discusiones innecesarias, ofensas y descalificaciones, escándalos de toda clase promovidos por personas que debieran dar ejemplo en la sociedad. El choque de poderes, amenazas que van y vienen, sacadas de ‘cueros al sol’, oportunismos o moralismos baratos, la pérdida de la paciencia de unos y de otros, dar lidia para quedarse callados son acciones que abonan un ambiente de país desencantado.
No nos podemos imaginar cómo en condiciones de arraigadas violencias, Colombia pueda ser realmente un país feliz. ¿Qué entendemos los colombianos por felicidad? ¿Tenemos trastocados los valores?
Es posible construir tejido social en la diversidad. Es absurdo presuponer que en una Nación pluriétnica y multicultural como la nuestra todos pensemos y queramos lo mismo. No es posible desconocer las relaciones entre sociedad - conflicto y entre conflicto y cambio. Siempre habrá choques de intereses y en necesario que así sea. El problema está en cómo se tramitan y ‘solucionan’ los conflictos y las diferencias. Las más importantes características de la violencia colombiana no están circunscriptas en el plano político, hay que buscarlas en lo social, en lo privado y en los múltiples escenarios de la denominada ‘sociedad civil’. En escrito “Sobre la guerra”, Estanislao Zuleta sostiene que “el conflicto y la hostilidad son fenómenos tan constitutivos del vínculo social como la interdependencia mutua”. Es así como la violencia ha sido históricamente consubstancial al ejercicio de la democracia en Colombia. Algo paradójico pero cierto.
El Estado debe comprometerse en hacer efectivo un país mejor. Un modelo económico incluyente, unos poderes públicos independientes y coherentes, garantizar a todos los asociados unas condiciones socioeconómicas acordes a la dignidad de las personas, etc. A la vez se debe hacer esfuerzos para la construcción y consolidación de sociedad civil sin la cual no es posible el tejido social. El historiador francés Francois Furet habla de una ética de las relaciones sociales y políticas conformadas por un conjunto de normas o valores que regulan las relaciones entre individuos y entre éstos y la sociedad política que los representan.