sábado, enero 03, 2009

minga


RESURRECCION MINGUERA

¡Mateo vive!



No solamente era un grafiti que los chicos de la Universidad Nacional iban dibujando en las plazas de las aldeas indígenas de Tierradentro por donde íbamos pasando. No. El grafiti era expresión de lo que estábamos viviendo en lo más profundo de las montañas caucanas: la resurrección de Mateo, el joven cooperante suizo muerto dos semanas antes en un absurdo accidente de tránsito en las sierras peruanas.

En Tierradentro, todo lo que sucede en comunidad y para beneficio de ésta, se hace y se vive en minga. También la resurrección de Mateo, como síntesis de toda su vida, se hizo en minga. En minga varias organizaciones sociales de Popayán alquilaron una chiva en donde nos trasportaron a Inzá. De igual manera lo hicieron las más de mil personas que participaron en el homenaje a Mateo el pasado domingo 28 de diciembre. Domingo de resurrección, domingo minguero.

Durante el camino a la vereda de San José, donde finalmente reposarían las cenizas de Mateo, no hice más que preguntarme por la construcción social y cultural de la memoria. ¿Qué memoria es esta que logra el encuentro de gente tan distante y tan diversa? Los okupas de Ginebra (Suiza), la comunidad indígena de Inzá, las y los jóvenes de la Universidad Nacional de Bogotá, las organizaciones sociales del Cauca, la familia de Mateo… ¿qué es lo que hace que esta memoria nos junte en tan recóndito lugar?

Tierradentro es como un gigantesco útero que en sus múltiples repliegues montañosos alberga, cuida y alimenta la memoria de resistencia y libertad del pueblo indígena Paez. De sus profundidades ancestrales emerge la fuerza del espíritu minguero que permanentemente convoca y sostiene a las comunidades en su lucha por la dignidad, la tierra, la cultura, la unidad… Aquí los paeces enfrentaron y vencieron a los conquistadores españoles. Aquí Manuel Quintín Lame encontró refugio y apoyo a la lucha por territorio y la identidad Paez. Aquí, en 1971, nace el consejo Regional Indígena del Cauca CRIC. Aquí nació, luchó y murió Álvaro Ulcué –primer sacerdote Paez- defendiendo y reivindicando su pueblo, su territorio y su cultura. Aquí surgió el proyecto NASA (pueblo en el idioma Paez) desde donde crecieron los PLANES DE VIDA sobre la base de la resistencia, la recuperación y la autonomía. Aquí se construye la primera universidad indígena del país, se convoca la primera gran minga por la vida en el 2004, se crea la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca ACIN, se fortalece la Guardia Indígena enarbolando bastones de chonta como símbolo de autoridad y poder comunitario. Aquí, en Gran Minga de Resistencia de los Pueblos se convoca a los pobres de Colombia a liberar la tierra y a caminar la palabra… Aquí llega Mateo Cramer. Tenía que llegar aquí después de haber tejido amistades y complicidades con sus compañeros, los estudiantes paeces en la Universidad Nacional de Bogotá. Aquí, en esta bellísima “Suiza indígena” colmada de luchas y empapada de sangre, aportó su vida a la causa de la resistencia y la libertad…causa que en Tierradentro, como un potente útero, es acogida y abrigada con ternura y vigor.

La vereda de San José del Municipio de Inzá, donde finalmente llegamos después de las tres de la tarde, estaba llena de gente y de pancartas. La tarima donde se preparaba el homenaje tenía un telón de fondo con un letrero: grupo de teatro Cramer. Los cantos, las palabras y los rostros recogían el hondo sentido colectivo de dolor y de agradecimiento. La vida de Mateo se hacía memoria viva y acompañante. Nueva presencia alentadora de aquel pueblo, especialmente para quienes lo tuvieron amistosamente cercano: las y los jóvenes.

Algunas frases consignadas rápidamente en mi libreta de apuntes, así lo confirman:

“Con su mochila y su cámara terciada continuará caminando la palabra, tejiendo los sueños y construyendo libertad”

“No volverás del fondo de las rocas, no volverás del tiempo subterráneo, no volverá tu voz endurecida, pero estás en cada uno de nosotros”

“Su despedida nos llega como un rayo en medio del cielo despejado, pero que nos iluminará el sendero, en la marcha, en las caminatas, en las asambleas, en el paro, en cada acto que realizaremos, una vida que se va, un sueño que sigue en pie”

Por la tarima comenzaron a desfilar las vocerías comunitarias. Unas y otras en la misma frecuencia afectiva. El papá de Mateo expresando gratitud a la comunidad donde su hijo había sido feliz. La comunidad de okupas de Suiza reafirmando las convicciones en las que vivió Mateo y las que continuará alimentando. Las organizaciones indígenas reivindicándolo como caminante de pensamiento, amigo, compañero y maestro comunitario.

Las voces dieron paso al gesto simbólico en la mitad de la plaza. Sebastián, el hermano de Mateo, portando una porción de cenizas de su hermano, las esparce en el lugar donde siembra un árbol guayacán, escogido por su padre, pues sus flores amarillas en agosto, le recordaba las visitas que por ese tiempo hacía a su hijo en Inzá. Allí, cerca del árbol, la comunidad asigna un espacio donde la familia Cramer edificará un centro cultural desde donde continuará construyendo y sosteniendo puentes interculturales de solidaridad y cooperación.

Los abrazos y las palabras de aliento se multiplicaron cuando las sombras de la noche comenzaron a caer. La galería de la memoria, visitada durante el día, estaba vacía. Las chicas y los chicos portaban camisetas con la esfinge de Mateo que habían estampado unas horas antes. Un café caliente ofrecido por familias de la comunidad solicitaba nuestra sonrisa hasta hacerme prometer un próximo retorno. Leonel, el joven poeta de la comunidad me despide confirmándome su participación en la red teoartística que animamos y acompañamos desde Dimensión Educativa. Omar y Sonia me ofrecen un afectuoso abrazo “en la complicidad de la ilusión”. Lo mismo hacen Pacho y Cayena añadiendo un “nos vemos en Bogotá”. Cathy, Diana y Chelo se suman en el afín calor de la amistad.

Aunque yerto de frío y de cansancio, no dejé de conversar durante el camino de retorno a Popayán con Jafeth, el pintor amigo que acompañó la pena y la travesía. Sus reflexiones junto con la amable acogida en su casa, propiciaron el nacimiento compartido de nuevos sueños que queremos en continuidad y en sintonía con Mateo, “el Che suizo” que hoy sigue caminando y tejiendo la palabra, en el corazón de la comunidad.



Fernando Torres M.

Ibagué, 30 de diciembre de 2008

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