jueves, enero 08, 2009

JUEGOS CON AGUA EN POPAYAN: JUEGOS PELIGROSOS

Juegos peligrosos
EDITORIAL DE EL LIBERAL,
8 ENERO DE 2009

Al escribir esta nota editorial pareciera que estuviéramos devolviéndonos al pasado inmediato, puesto que en los últimos años este diario por estos días ha insistido en el mismo tema, sin que se presenten mayores modificaciones en el contexto.

Hablamos del derroche colectivo de agua potable que protagonizaron buena parte de los habitantes de Popayán el 5 y 6 de enero, declarados días cívicos en remembranza de los otrora carnavales de “blancos y negros” y la fiesta de los Reyes Magos, en el marco de las Fiestas de Pubenza.Y es que percibimos y recibimos una vez más las mismas quejas: una verdadera ‘batalla campal’, como tituló nuestro diario, en las calles, avenidas y parques de la ciudad por cuenta de los ‘juegos con agua’.
Quienes no salieron de Popayán y debieron por circunstancias laborales o personales movilizase por la ciudad, debieron enfrentarse a grupos de población que no respetaban argumento alguno y se abalanzaban desafiantes sobre las gentes para pintarlos con harinas y toda clase de colores y mojarlos con aguas limpias o sucias provenientes de mangueras, canecas, bolsas o bombas, muchos en clara actitud violenta, bajo el argumento que “aquí quien sale, juega”.

Entretanto, prácticamente inadvertidos pasaban los avisos de campaña de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Popayán, donde se reclamaba mesura y respeto con los hidrantes, elementos que son patrimonio público y que fueron violentados para tomar el agua a sus anchas y ‘jugar’ en las calles.Imágenes que contrastan con las noticias emitidas por estos días en la televisión nacional donde muchos pueblos de la Costa Atlántica, por ejemplo, sufren los rigores de la ausencia o escasez del agua potable.

Hay que admitir que los llamados ‘juegos’ con agua, reclamados como una joven tradición popular de la ciudad degeneraron en violencia, así las cifras no nos revelen muertos o heridos de gravedad. Hubo maltratos que no se registran oficialmente, de los que se quejan molestos hoy muchos ciudadanos inermes y que deben ser considerados. Al término de estas actividades que se realizan en el lugar que a la gente se le ocurra, hubo desmanes como grupos de jóvenes que terminaron lanzando piedras, arena y objetos a quienes pasaban por el lugar o se encontraban en su recorrido a pie o en automotores.

Por fortuna y de manera acertada, se restringió la movilización de motocicletas para contribuir a la reducción de accidentes.
Los sicólogos tendrán algo que decir sobre las implicaciones de esta especie de catarsis de dos días en las vías públicas de la Ciudad Blanca.
Los amigos del medio ambiente no se han escuchado y las autoridades aseguran que falta mucho por hacer para cambiar estas actitudes. Lo cierto, es que no podemos esperar a que se aproxime una nueva celebración para repetir las buenas intenciones. Autoridades –incluidas las ambientales-, medios de comunicación, dirigencia política y comunitaria, entre otros sectores, debemos coincidir en escenarios que sin protagonismo individual, posibiliten al menos una reflexión seria sobre este acontecimiento anual en la búsqueda de verdaderas alternativas.

La discusión tiene de largo como de ancho, pero no puede quedarse una vez más entre los reclamos quejumbrosos y los relatos de las hazañas de los protagonistas de estos juegos peligrosos, mientras la avalancha de nuevos hechos los reduzcan al olvido.

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