POR: Esteban Ruiz Moreno
Recuerdo un diciembre cercano. Me encontraba con familiares y conocidos compartiendo entre luces fulgurantes y estallidos retumbantes, compartíamos sobre diferentes temas, como suele ser usual entre nieblas y licores. A medida que pasa el tiempo, en este tipo de reuniones, también se va degradando el sentido de realidad que se tiene, es así como “los borrachitos” inician con sus charlas cansonas y repetitivas, es así como los mayores empiezan a darte consejitos que nunca necesitas, consejos que sirven de excusa para gestos de aburrimiento y ganas de no oír más a esa gente que, en medio de su ebriedad, intenta darte una luz para tu vida, como si nunca la hubieras tenido, como si la necesitaras.
Debo hacer la siguiente salvedad: esta reunión no estaba constituida por ese tipo de mayores, ya sea porque los menores tenemos un nivel amplio de conocimientos, ya sea porque entre los mayores y nosotros hay una buena barrera instalada, ya sea porque nuestra edad no es tan pequeña. De todos modos, esta reunión era fecunda y maravillosa, puesto que nos permitía encontrarnos a través de la palabra, a través de los mismos desencuentros, a través del arte de aprender de los otros y también de que ellos aprendan de ti. Era hermosa esta reunión, el cielo se desangraba y estallaba de repente, estallaba repetitivamente cayéndose por lado y lado.
Los miserables se encuentran en cualquier lado, están por doquier, pululan, y como es de esperarse no faltaba uno en esta reunión que echaría todo a perder. Hablábamos fluidamente y uno de los que estaba ahí escuchando empezó a tratar de hablar a lo cual dejamos tranquilos: dijo que había estudiado tal o cual cosa, que se había especializado en no sé qué estupidez, que sus estudios abarcaban diferentes campos y muchos años de experiencia. Yo sentía que esto era el inicio del fin, que tanta preparación, tanto farfullo iniciaría una disensión entre nosotros, y así fue efectivamente, cuando alguien es lo suficientemente inmaduro u ostentoso para decir soportar sus argumentos en sus estudios la cosa no suele terminar bien. El personaje en cuestión terminó diciendo algo así como cuando ustedes hayan estudiado algo, ese día hablen de las cosas, antes no. Yo solamente me contuve puesto que ese tipo de miserables solamente me causa repulsión y un gran asco, es posible que haya personas que hayan estudiado –lo cual indica una gran inversión de tiempo–, lo que no encuentro concebible es que una persona crea –porque obviamente esto es del orden de lo imaginario– que puede pasar por encima de los demás por sus meros estudios, por sus meros títulos, a eso es a lo que yo llamo los títulos de los miserables. Yo no soy tan ingenuo, sé que de esos abundan, también pululan los que hicieron un estudio en algún lado, conozco muchos que estudiaron en otra parte, sé de muchos que se especializaron y puedo decir que hacen parte de ese grupo de Miserables, sí, con M mayúscula.
Por otro lado me permito decir a quien me lee que no soy partidario de que la gente no estudie, todo lo contrario, es el camino de la salvación, un estudio general, es decir, lo mejor sería que un excelente ingeniero complemente sus estudios profesionales con estudios sobre su alma, con un buen psicoanálisis por ejemplo. Para mí, en mi opinión, el mejor estudio es el que complementa lo profesional con lo personal.
Para terminar, quisiera presentar el punto crucial de los estudios con el ejemplo del mejor pensador de la historia de Colombia –también sé que hay muchos que no estarán de acuerdo conmigo en esto, la verdad es que el tema es opinable y mi opinión es esa: el mejor pensador de Colombia. Su nombre era Estanislao Zuleta, el único título profesional que obtuvo en su vida fue el Honoris Causa en psicología que le otorgó la Universidad del Valle por sus conversatorios sobre El Zaratustra de Nietzsche, ceremonia en la que leyó su texto El elogio de la dificultad. Es necesario tener en cuenta que Estanislao nunca terminó sus estudios de bachillerato, tampoco obtuvo ningún título profesional en ninguna carrera, dicen incluso que les dijo a sus padres que no seguiría estudiando puesto que el sistema tradicional de estudios de Colombia de quitaba tiempo para estudiar realmente lo que era importante para él. Creo que con eso lo resumo absolutamente todo…