sábado, agosto 09, 2008

Banalización de la cultura



por: JORGE MUNOZ FERNANDEZ



Asistimos a la ramplonización del conocimiento crítico, como en los mejores momentos del oscurantismo medieval, salvo que hoy le llamamos a los saberes y tecnologías contemporáneos “civilización del mercado”


Naturalmente que sería absurdo oponerse a las ventajas del mundo globalizado y propender por el regreso a las épocas de Gutenberg, Graham Bell, la máquina Brother, el Sistema contable del Abaco o la seguridad que otorgaba la Herradura. Tal encajonamiento ideológico nos llevaría a simpatizar con la desaparecida “Secta de los Encostalados”, -su ropa era de costal-, que en la década del ochenta deambulaban por el Tolima, Cauca y Huila, en insólito rechazo, por su estilo de vida cavernario y vestimenta, a las invenciones tecnológicas que, según el discurso de sus miembros, eran creaciones malignas.



Hoy, por otra vía, hemos llegado a la edad de lo vacío, en la más perfecta idiotización funcional. Templos del consumo con gentes anonadas. Banalidad empaquetada. Culturas totalizadoras. Estilos minuciosamente calcados. Vidas que parecen facsímiles. Clases medias con lenguaje de élites y almas corporativas, depositarias de las más insípidas y aburridas formas de ser y de pensar. Ante la carencia del conocimiento crítico bueno es ataviarse en los santuarios comerciales de Gucci o Armani. Seres humanos que obran como operadores informáticos, prescindiendo de las relaciones humanas. Retórica ornamental en la política. Mascarillas ideológicas.
El mundo de lo público es el mundo de las Multinacionales, desgarradoramente descritas en el documental “La Corporación”. 2003. Estado, soberanía y sujetos, absorbidos por el mercado. La ética de la política, pura pamplina.


Se topa uno a menudo con libros, discursos y debates donde teóricos marxistas y no marxistas dejan una pobre sensación de incapacidad a la hora de realizar una crítica epistemológica del discurso científico. Innegables inteligencias dedicadas a la trivialización del conocimiento.
Mientras tanto, en medio de una sociedad exacta para ciegos y donde el tuerto es sospechoso y

visto como si fuera agente turbio de lo alternativo, la violencia sistémica, pro sistémica o anti sistémica, con todas sus expresiones irracionales, rompe políticamente las reglas del juego, colocando a las sociedades y a sus miembros, en el punto cero del diálogo.



En ese contexto, las élites nacionales y mundiales, celebran que la cultura democrática no se haga cargo a fondo de las raíces históricas, sociales y económicas, -en algunos casos religiosas,- que descansan en la violencia terrorista, pues también la lucha contra el terror y la amenaza produce sustanciosos beneficios.
Catia del Mar, Estado de Vargas, Venezuela. Julio/08
jorgemunozfernandez@hotmail.com

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