POR ALVARO GRIJALBA GOMEZ
Gracias al Todopoderoso ese bondadoso Dios que aún nos permite dentro de su infinita generosidad disfrutar de nuestras madres, esas mujeres tiernas y cariñosas que nos nutrieron con sus senos, nos mecieron en sus regazos, nos arrullaron con sus cantos y aún nos colman de caricias y ternuras que jamás olvidaremos.
Myriam Gómez de Grijalba, nuestra Madre, esa inigualable mujer llena de amor y de comprensión, de desprendimiento y entrega, hoy con sus ocho décadas de ejemplar existencia ya dorados sus cabellos, sigue conservando su imborrable alegría de vivir, su alma noble y su espíritu puro para seguir siendo esa permanente luz que alegra nuestros corazones.
Dios nos premió con una madre sin igual, con una mujer bella, sensitiva y delicada, de franca sonrisa siempre a flor de labios, una madre que supo querer y comprender a nuestro padre que la amó y con sus manos unidas construyeron nuestro hogar.
Nuestra Madre, ex alumna franciscana y de la Normal Superior de Señoritas donde se graduó, a sus quince años, como maestra y educadora, ha forjado generaciones enteras de niños y jóvenes que aún la recuerdan con profundo cariño, admiración y gratitud, porque de ella recibieron sus primeras letras, aprendieron a leer y a escribir y sobre todo a ser ciudadanos de bien.
Durante sus más de cincuenta años de servicios a la educación pública en distintos centros de formación académica de la ciudad, escuelas y colegios, como directora de los mismos, dejó una imborrable huella por sus excelsas virtudes de intachable mujer, esposa, madre e institutora inigualable.
Ejemplo de excelencia, moralidad, pulcritud, sabiduría, de optimismo, canta, pinta, borda, declama y lo que nunca ha dejado de hacer en todos los instantes de su vida, reza y ora a Dios por sus hijos, sus nietos, sus nueras y sus yernos y por todos los seres que ama y la aman.
Doña Myriam, como cariñosamente la llaman quienes tienen la fortuna de conocerla, es una matrona plena de bondades, de desprendimientos, que cautiva con el cariñoso y amoroso trato que da todas las personas sin distingos, irradiando ternura y afecto por doquier.
Nuestra madre, es esa bella mujer que nos ha regalado su vida sin esperar nada, esa amorosa mamá pendiente de todo y de todos, esa maravillosa mujer que se sacrifica para darnos felicidad, aliento y alegría, que siempre nos sonríe y con su infinito amor nos dio alas para volar.
¡Gracias a Dios por nuestra Madre, esa hermosa vida que es vida, que es fruto y cosecha de la vida, que es espacio infinito de vida y prolongación de la misma. Gracias Señor!
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