martes, mayo 06, 2008

EDITORIAL EL LIBERAL



Una deformación perversa
Por: Ismenia Ardila Díaz


La discusión sobre el espacio público no dejará de estar vigente en Popayán durante muchos años. Es lamentable que su línea base sea tan rudimentaria. Quizá la palabra “primitiva” es más adecuada para describir el desprecio colectivo por lo público y las actitudes poco cívicas que engendra.


En la Ciudad Blanca vemos síntomas arraigados de que lo público es despreciable, percepción reforzada por la indiferencia oficial para defenderla para el disfrute común y colectivo. En el paradigma del payanés medio cada vez hay menos compromiso con el espacio público, ni autoridad que lo refuerce.


Una prueba del desprecio por las áreas públicas –por ejemplo- es que mucha gente barra sus casas y tire la basura fuera o cerca de ella, sin importar si es una fuente de agua o un parque. Pueda ser que la vivienda internamente esté muy limpia pero alrededor en muchos casos no importan “un comino”; los andenes, vías y parques públicos tienen cada día menos árboles y ornamentación y sus amigos son escasamente los llamados ‘escobitas’.


Igual, se tiran colchones y toda clase de elementos difícilmente reciclables en cualquier vía pública y separar las basuras para facilitar la labor de reciclaje, sigue siendo preocupación de pocos. Incluso hay personas que se niegan a permitir el acceso del ‘reciclador’ que pasa por la oficina o la calle, so pretexto de inseguridad.


El concepto retorcido del espacio público tiene un aliado igualmente tergiversado: el derecho al trabajo, que prima por encima de todo y que exime al ciudadano de observar la ley y las reglas de convivencia si cree que se interponen entre él y su comida. El derecho al trabajo da licencia para pasar por encima de las leyes y la comunidad.


Todas estas fuerzas elementales no contrarrestadas por una buena educación y reforzadas por la desidia oficial de muchos años permiten que por ejemplo, que en el parque Caldas, la “sala de recibo de la ciudad”, se convierta al medio día en un restaurante ambulante y que en un corto recorrido por el centro de la ciudad usted pueda hacer un mercado completo, con todo lo que se le ofrece, mientras se ‘guerrea’ la calle con los vehículos porque no hay lugar en el andén.
Si no se asume el problema con seriedad, concibiendo la ciudad como un bien colectivo con las responsabilidades de unos y otros, avanzará esta deformación perversa y retardataria que determina actitudes depredadoras hacia la propiedad pública.


En esta tarea todos tenemos una buena cuota de responsabilidad como de solución.
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