Parece que la opinión pública en Colombia, por fin se está dando cuenta de que la crisis del país no es tanto económica sino de valores humanos. Por fin los medios de comunicación y los columnistas se están dando cuenta de la importancia de la ética en las distintas actuaciones y comportamientos de los colombianos como individuos y como miembros ‘activos’ de la sociedad.
Mucha responsabilidad tiene la sociedad colombiana en la tarea de construir un país mejor, pero infortunadamente parece que la sociedad no existiera ante la indiferencia con que se observan los problemas más sentidos de la dramática realidad nacional. Y ese silencio termina convertido en complicidad ante un estado de cosas que bien podría remediarse.
La indiferencia con la que se trata a la ética en las familias, en las instituciones educativas y en las universidades está haciendo estragos. Las familias tienden a acabarse, caos por todos lados. En las universidades no faltan directivas, profesores y estudiantes que conciben la Ética como una costura y en la mayoría de los casos la asignatura es entregada a personas incoherentes que no saben, ni les interesa.
Hace algunos años, un grupo de alumnos, estudiantes de Derecho nos comentaba que en el desarrollo de determinada asignatura, el docente les había dicho que quien concibiese la profesión de abogado en el sentido ético, estaba condenado a morirse de hambre. Le respondimos al grupo que la verdad es que desde todas las profesiones, roles, oficios y disciplinas se puede ser ético. Y en todos los escenarios. En la familia, en la escuela, en la universidad, en la empresa, en el taller, en el hospital, en el Estado, en el periódico. En otras palabras es posible ser padre de familia y ser ético, ser abogado y ser ético, ser estudiante y ser ético, ser profesor y ser ético, ser trabajador y ser ético, ser mecánico y ser ético, ser médico y ser ético, ser político y ser ético, ser periodista y ser ético, etc.
Cuando vemos resquebrajarse los valores y las buenas costumbres en la sociedad colombiana, cuando observamos el cuadro desolador que nos muestran las diferentes instituciones sociales, recordamos con tristeza aquellos tiempos tan lejanos de la niñez, en que en el mismo seno de las familias y desde la escuela pública o privada, nuestros padres y educadores nos enseñaban valores que quedaron fijados para siempre como huellas imborrables. Gracias a ellos pudimos comprender que la ética no debe ser cuestión de circunstancias y de conveniencias sino de principios y convicciones.
***
Como estamos celebrando por estos días la fiesta del maestro, recordamos con gratitud y aprecio, a todas esas maravillosas personas que nos educaron con el ejemplo, con amor y entrega.