por: Diógenes Díaz Carabalí
En estos días leía al escritor italiano Stefano Benni (Bolonia, 1947), en “Aquiles Pies ligeros”, una novela sub-realista que recomiendo, que “un negro futbolista no era un negro”. Y Mohammed Ali, campeón norteamericano de peso completo en la década de los ochenta, decía: “lo peor que le puede pasar a un negro es ser pobre, porque un negro con dinero no es negro”. Caben las anteriores reflexiones cuando la semana pasada se celebró en Colombia el día de la Afro-colombianidad, o de las negritudes, que me gusta más, o conmemorativa de la libertad de los esclavos decretada por el presidente José Hilario López en el siglo XIX, pero que a esta etnia la dejó en condiciones de postración, porque no se la reparó de tantos años de explotación inmisericorde.
Colombia está definida en la constitución como una nación multiétnica y pluricultural, pero tiene formas particulares de discriminación: por el color de la piel, por el origen racial, por el apellido, por la forma de los ojos, por la posición de los dientes, porque se tiene cabello y porque no se lo tiene, por el credo religioso, por la afiliación política, por el sector donde se vive, por la región del país de donde se proviene, por el sexo, por la edad. Los colombianos discriminamos por todo; con unos estereotipos muy marcados, como si estuviéramos obligados a participar en concursos de belleza.
La xenofobia es común para ingresar a los medios de comunicación, a las fuerzas armadas, a las entidades públicas, a las empresas, y lo más es que todas las entidades, públicas y privadas, parecen reservarse, como dicen los clubes nocturnos, el derecho de admisión.
Las empresas no vinculan personas de más de cuarenta años, hay límites para ingresar a las universidades, las autoridades —Gobernadores, Alcaldes, y Gerentes de institutos— no cumplen con la cuota que deben tener las mujeres, ni los negros ni los indios, para el servicio diplomático no se nombran embajadores negros ni indios porque seguimos pensando, a pesar de la superación académica, que son unos zarrapastrosos. Los prototipos de la televisión son 90-60-90, y es requisito indispensable para ser Actor o Presentador; el reparto de los cargos de responsabilidad son propiedad de ciertos apellidos. Hay razas para los oficios. Los negros: nanas, choferes, lustrabotas, porteros, maleteros, maestros y prostitutas. Los indios: ayudantes de bus, muchachas del servicio, recolectores de basura, peones de finca, vigilantes, policías y soldados. Muchos por la conformación física no pueden ingresar a ciertas instituciones educativas, aún del nivel superior, e incluso oficiales.
Pero lo que más discrimina, incluso a los blancos, es la marginalidad, la pobreza, la falta de oportunidades, el tratamiento desigual, el no acceso a la educación. Definitivamente lo peor que le puede pasar a una ser humano, en este país, es ser pobre; y si a ello se agrega que es negro, indio, feo, viejo, mujer, o que tenga alguna limitación física, pues peor.