POR: Esteban Ruiz Moreno
Quisiera poder escribir sobre un hecho particular y al cual estamos todos sometidos, por decirlo de alguna manera, y también nos encontramos sin salidas posibles. Concretamente voy a referirme, en el campo del deporte, al espectáculo del fútbol que particularmente a mí me encanta por encima de los demás deportes que son tan importantes como el deporte del balompié mismo.
Si podemos hablar en diversos niveles diremos primero que en el campo del fútbol existe lo más importante, sin lo cual no podría existir nada, es la pelota que gira incesante, que gira enloquecida, que no pertenece a nadie, solamente a los caprichos de los dioses, caprichos que son incognoscibles. En segunda instancia, existen los protagonistas, los actores principales en el teatro de los sueños, en el impresionante teatro del fútbol: los 22 jugadores que saltan a la cancha con el sueño de ganar siempre, con sus músculos engrasados para el combate, con disposiciones tan dispares como dispares son las arenas que el mar acaricia una y otra vez en las costas, con la mente que se intenta mantener siempre clara aunque muchas veces se obnubilen.
En un tercer campo está ese ser que suele generar tantos sentimientos y tantas palabras, tantos brotes de lenguaje: el árbitro, el juez, quien toma las decisiones, a quien siempre se le recuerda la madre…
Vamos ahora a tratar la cuarta esfera, la esfera del periodismo deportivo, y en concreto, la esfera del periodismo del fútbol. En Colombia son tristemente célebres, al menos para mí, los comentaristas del fútbol. Pienso que la tarea del periodismo es informar con neutralidad, altura y un uso del lenguaje adecuado las noticias, sus opiniones, sus análisis sobre las mismas, pero aquí es frecuente escuchar, solamente por poner un ejemplo cualquiera, la frase: “oigo a Iván Mejía por su forma de decir las cosas”; debemos aclarar que el susodicho es un tipo que se caracteriza por decir las cosas tan directamente que a menudo pierde los estribos. Encontramos diferentes comentaristas en este país, los encontramos demasiado obvios, pero con mucho carisma; encontramos a los que a través de su falta de educación, de su trato ordinario para los que no piensan como ellos, de su grosería impúdica frente a la gente; en el anterior grupo también podemos ver a los flagrantes miembros de las barras bravas, pero con la diferencia de que tienen la camiseta de sus equipos debajo de sus camisas de botones y también de sus corbatas, son los hinchas disfrazados; encontramos a los que quieren salir de esto, a los que intentan ser imparciales, pero que, definitivamente, siguen por otra senda equivocada: denuncias infinitas y propuestas frágiles, lo peor de todo es darse cuenta de que este tipo de propuestas son argumentadas por ellos mismos desde el concepto de la infalibilidad, pero en el sentido estrictamente católico, es decir, un concepto que no admite discusión alguna, un concepto Absoluto.
Definitivamente no pretendo abarcar todos los comentaristas deportivos de mi país, no tengo ese tipo de pretensiones. Pero diré solamente los nombres más representativos de estos seres irresponsables, sucios y viles que tienen la única diferencia con un desadaptado que dispara a un bus lleno de hinchas del equipo rival de turno: un micrófono y una audiencia tan enferma como ellos que los respalda con su “rating”.
En el primer grupo se encontraría Javier Hernández Bonet; en el segundo y tercer grupos podemos avizorar a Édgar Perea, Rentería (no tengo ni idea de su nombre y no quiero tenerla) y probablemente Wbeimar Muñoz; en el cuarto grupo los irrefutables: Iván Mejía y Antonio Vélez.
Pero no todo es negro, no todo es tan obtuso. Para quien no sabe, Macaya Márquez es un comentarista argentino y nada más, solamente eso se puede decir en el terreno de lo objetivo; recuerdo a todos que se trata de una columna de opinión y por tanto quiero dar mis pensamientos al respecto de este problema de estos comentaristas, si es que así podemos llamarlos y un hombre, como cualquier otro, que gusta comentar cada domingo del deporte más hermoso de todos: el fútbol…
Los domingos se iluminan con un tono rojiamarillo ante la seriedad de cada comentario; es como sumergirse en el agua tibia de una ciudad infernal cuando se transmiten los conceptos con un uso del lenguaje tan sobrio, tan elegante, tan apropiado; se siente tan bien, sobretodo ante estos personajes, cuando una inteligencia tan profunda analiza cada jugada, cada escena, cada movimiento, cada estrategia… Macaya tiene defectos como cualquier otro, pero quisiera que lo prueben por ustedes mismos, sale los domingos por Fox en uno de los partidos que transmiten cada fin de semana. Macaya es casi como un dios frente a esos parásitos, a estos seres despreciables…
Esto es nada más que un homenaje, un reconocimiento ante quien ha hecho las cosas de la mejor manera posible: gracias Enrique…
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