domingo, marzo 30, 2008

El abrazo del Presidente

POR: Horacio Dorado Gómez

La visita del Presidente Álvaro Uribe, estuvo cargada de gratas noticias, nubarrones y una anécdota que me tocó a mí.

Popayán y el Cauca, están en el corazón del mandatario, así nos lo hizo sentir cuando habló en el aula máxima de la Universidad del Cauca, al imponerle la medalla Manuel Murillo Toro en el cumpleaños de “El Liberal”. En cálida disertación, abundó en elogios alusivos a la historia del periódico y a los fundadores que le sirvieron a él y a la patria. Bonito homenaje.


El Presidente Uribe va a ayudar al Cauca, porque es un hombre grato y reconocido. Él practica virtudes, esencialmente, la gratitud como una disposición interior, un corazón agradecido, y es genuino, porque trata de alguna forma, de expresarla en palabras y obras. Por eso, está en el primer lugar, ejemplo para los políticos. Es un líder. El auditorio lo recibió con salva espontánea y afectiva de aplausos. Fue admirable a punto de que el propio Presidente hizo señas para que cesaran las palmas. El imponente Recinto estaba repleto, hasta las banderas. Igual en el Consejo Comunal, con cada frase y con su accionar lo convirtió en un mágico encantamiento, tan poderoso que era transmitido a todas las personas. Conoce que el descontento es una fuerza negativa. Sabe controlar a los insatisfechos con la herramienta portentosa de la creatividad, cerrando puertas a la negligencia. Allí instó al imperio de la justicia contra el negro nubarrón y ante la pesada cruz de quejas hacia estafadores que ordenó investigar.


Y la anécdota simpática y dolorosa me tocó a mí. Fue exactamente en los corredores del Paraninfo Caldas, cuando la cordialidad del Presidente Uribe, admitió tomarse una fotografía con columnistas de “El Liberal”. Allí, en medio de corpulentos y bien trajeados guardaespaldas que ocultos protegían al Presidente, así debe ser. Quise quedar al lado de él, y al tratar de pasar mi mano sobre su espalda, sentí que me rompían el brazo. Un retorcijón me quitó la intención de rodear al Señor Presidente. Uno de sus escoltas me había aplicado la llave persuasiva de abrazarlo. ¿Era necesario ese recurso extremo? Solo Dios sabe lo que a mi me dolió. Me retiré a meditar, si mi abrazo sería más peligroso que el de los que se ´retrataron´ en Río. Los mismos de los insultos y amagos de agresión. Los que zahiriéndolo y abrazándolo despectivamente miraban hacia otro lado. Evidente, ¡el abrazo de Judas!



Civilidad: Ante los problemas que aquejan a Colombia, ponerle cucharaditas de simpatía.

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