En nuestras ciudades la mayoría de personas aún desconocen sus legítimos derechos en el espacio público. En las calzadas, además de miedo, les siguen profesando enorme respeto a los carros y a sus presumidos pilotos. Aun vemos con asombro a conductores arrogantes pitar con alevosía a indefensos peatones que se atraviesan en su camino, como si la calle fuera solo para ellos. Son seres egoístas envalentonados por un falso poder de opulencia y por el "arma" que empuñan en sus manos.
Siguen equivocados nuestros engreídos conductores que salen a competir por la calzada con actitud egoísta. Nadie quiere ceder un milímetro y se pelea hasta por el más mínimo espacio con un enorme vehículo que busca ocupar las calles a sus anchas generando uno de los mayores desequilibrios sociales en el espacio público. Se trata de individuos con tal atraso cultural que desconocen que el espacio público es para el respetable público. La prioridad, ante todo, en calles y calzadas, la tienen los peatones.
El peatón es la vara de medir. Si podemos desplazarnos peatonalmente con comodidad, estamos permitiendo una movilidad con el mínimo impacto social y ambiental. La prueba del algodón son los niños, unas personas que no son autónomas respecto del automóvil y, según a qué edades, tampoco respecto al transporte público. Lo que esté al nivel de los niños está al alcance de todos.
Si los niños pueden desplazarse solos al colegio, al polideportivo o al parque, estaremos en una ciudad pensada para todos. Durante más de 50 años se han construido ciudades orientadas a lo contrario, al automóvil. Y los daños colaterales han sido la pérdida de autonomía de los niños, de los mayores, de los más débiles. Cuando los niños puedan moverse solos, nos hallaremos en una ciudad pensada para todos.
La manera como estamos utilizando los carros en la ciudad es un error histórico del urbanismo con poco futuro. De seguir así nuestras ciudades van a colapsar. Más aun si persistimos promoviendo viejas políticas de tránsito en decadentes dependencias con funcionarios "competentes" más para hacer un control policivo, que estrategias creativas de movilidad humana. Son dirigentes eficientes que cumplen con su deber, que saben sobrevivir, y no líderes eficaces que buscan el éxito con logros para la comunidad.
En las propuestas modernas de movilidad sostenible el peatón debe ser la referencia para trazar una política de movilidad en las ciudades. Así existan resistencias de una minoría que quiere mantener sus privilegios aplastando a la mayoría, a los de a pie. Son también indispensables políticas integrales que incluyan el transporte no motorizado.
¿Será que somos conscientes de que el carro en la ciudad debe ser una especie en extinción?, al menos para un uso tan arbitrario como el actual. A muchos les da susto pensar en ello. Son los automovilistas recalcitrantes que, por muchas alternativas que se les dé, van a querer seguir utilizando el automóvil a toda hora y circunstancia con una enfermiza dependencia. Pero es inevitable tener en cuenta que la gran mayoría de ciudadanos no se benefician del auto particular que para su operación exige colosales inversiones en infraestructura.
Si tomamos como referente a la persona el carro es un vehículo demasiado grande, ocupa demasiado espacio, es demasiado veloz a efectos de la ciudad, y no está adaptado a una circulación urbana. Es la injusta solución para unos pocos. Si pensamos una ciudad para todos, los automotores deben pasar a segundo plano para preferir al peatón.
* Consultor en desempeño humano Fabio Arévalo Rosero MD*
Siguen equivocados nuestros engreídos conductores que salen a competir por la calzada con actitud egoísta. Nadie quiere ceder un milímetro y se pelea hasta por el más mínimo espacio con un enorme vehículo que busca ocupar las calles a sus anchas generando uno de los mayores desequilibrios sociales en el espacio público. Se trata de individuos con tal atraso cultural que desconocen que el espacio público es para el respetable público. La prioridad, ante todo, en calles y calzadas, la tienen los peatones.
El peatón es la vara de medir. Si podemos desplazarnos peatonalmente con comodidad, estamos permitiendo una movilidad con el mínimo impacto social y ambiental. La prueba del algodón son los niños, unas personas que no son autónomas respecto del automóvil y, según a qué edades, tampoco respecto al transporte público. Lo que esté al nivel de los niños está al alcance de todos.
Si los niños pueden desplazarse solos al colegio, al polideportivo o al parque, estaremos en una ciudad pensada para todos. Durante más de 50 años se han construido ciudades orientadas a lo contrario, al automóvil. Y los daños colaterales han sido la pérdida de autonomía de los niños, de los mayores, de los más débiles. Cuando los niños puedan moverse solos, nos hallaremos en una ciudad pensada para todos.
La manera como estamos utilizando los carros en la ciudad es un error histórico del urbanismo con poco futuro. De seguir así nuestras ciudades van a colapsar. Más aun si persistimos promoviendo viejas políticas de tránsito en decadentes dependencias con funcionarios "competentes" más para hacer un control policivo, que estrategias creativas de movilidad humana. Son dirigentes eficientes que cumplen con su deber, que saben sobrevivir, y no líderes eficaces que buscan el éxito con logros para la comunidad.
En las propuestas modernas de movilidad sostenible el peatón debe ser la referencia para trazar una política de movilidad en las ciudades. Así existan resistencias de una minoría que quiere mantener sus privilegios aplastando a la mayoría, a los de a pie. Son también indispensables políticas integrales que incluyan el transporte no motorizado.
¿Será que somos conscientes de que el carro en la ciudad debe ser una especie en extinción?, al menos para un uso tan arbitrario como el actual. A muchos les da susto pensar en ello. Son los automovilistas recalcitrantes que, por muchas alternativas que se les dé, van a querer seguir utilizando el automóvil a toda hora y circunstancia con una enfermiza dependencia. Pero es inevitable tener en cuenta que la gran mayoría de ciudadanos no se benefician del auto particular que para su operación exige colosales inversiones en infraestructura.
Si tomamos como referente a la persona el carro es un vehículo demasiado grande, ocupa demasiado espacio, es demasiado veloz a efectos de la ciudad, y no está adaptado a una circulación urbana. Es la injusta solución para unos pocos. Si pensamos una ciudad para todos, los automotores deben pasar a segundo plano para preferir al peatón.
* Consultor en desempeño humano Fabio Arévalo Rosero MD*