por: LUCY AMPARO BASTIDAS PASSOS
Después de esta semana con las reflexiones invocadas por la iglesia, se percibe al pueblo colombiano como a un Jesucristo flagelado por los actores armados, azotado por el desplazamiento y el secuestro, cargando la cruz de la pobreza, el analfabetismo y la desnutrición, pesada cruz que lo mantiene de rodillas, que sangran.
Ese Jesucristo colombiano ha padecido bombas con pipas de gas, motosierras mutiladoras, collares bomba, recompensa por asesinato y mano mutilada, invasión de territorio extranjero, cadáveres destrozados mostrados una y otra vez como en un régimen del terror. Ante este cuadro de pesadilla a muchos no les ha importado que los señores de la guerra legales o ilegales violen así los Derechos Humanos.
Esa historia de guerra está escrita, quienes desde hace décadas dirigen el país: los López, los Santos, los Lleras, los Pastranas, los Uribes y otros tantos con sus ‘delfines’ hoy, siguen con el discurso de guerra adecuado para seguir en el gobierno. La carta de balas ha sido su ofrecimiento según ellos para tener seguridad y luego inversión social, pero mientras Colombia llora sus miles de muertos buenos o ‘malos’ todos nacidos en esta patria, en lo social la miseria crece y crece.
Aquellos gobernantes poco han promovido Planes de Desarrollo nacionales a largo plazo, o macro proyectos productivos, para citar solo un caso, en lo rural que con inversión planificada potenciaría el crecimiento del mercado interno y externo. Las Políticas de tierras son débiles, y con el conflicto aumentó el despojo de parcelas de campesinos que ahora son de los paramilitares y sus testaferros, mientras el 75% de esos Cristos desplazados esta en la miseria.
Una de las esperanzas para resucitar, es que nuestra gente oiga los mensajes de la OEA, donde todos sus miembros, óigase bien, todos los países latinoamericanos incluida Colombia, invitaron el 17 de marzo a ‘mantener conversaciones de paz y el diálogo amistoso por encima de cualquier conflicto’
Nuestro país con su hondo cristianismo podría mostrar su espíritu de fe variando su estrategia de guerra por el abrazo de la reconciliación, recurriendo al diálogo, a la ética, al perdón cristiano con hechos reales, a acuerdos con amplios sectores ciudadanos y frente a frente con los actores; no será un lecho de rosas pero las punzantes espinas habrá que limarlas para gozar algún día del Derecho a la paz y la tranquilidad con equidad.