Martes 29 de abril, 2008
De: Mario Pachajoa Burbano.
Amigos:
Jaime Vejarano Varona, historiador y escritor insigne y payanés, ha escrito una amenanota sobre la costumbre payanesa de los años cuarentas sobre el alquiler de bicicletas.Nos complace compartirla con ustedes en esta ocasión.Cordialmente,
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SOBRE LA BICI … Y OTRAS VAINAS
Por: Jaime Vejarano Varona
Esas maravillosas memorias de niñez y juventud que reviven con tanto sentimiento y propiedad mis vecinos de columna, Horacio y Ruth, en verdad que nos llenan de nostalgia y emoción. Y entre recuerdos casi diluidos por el tiempo, evoco el alquiler de bicicletas en la agencia de Manuelito Paredes, allá por los años cuarentas y allí a media cuadra de San Francisco.
Eran unos velocípedos pesados, de llantas gruesas, manubrios poderosos, marco gigantesco y frenos de contrapedal. Se les apodaba “las panaderas”. Por qué? ¡Sabrá Dios! Pero lo más peculiar que tenían era que venían dotadas de timbre o bocina; y de un pequeño dínamo que se accionaba con la rueda delantera para generar luz a su lámpara frontal.
Como puede apreciarse, tenían la dotación adecuada para transitar con la mayor seguridad tanto en el día como en la noche.En cambio, las de hoy, que apenas reciben el nombre de “la bici”, carecen de tales adminículos de modo que para advertir su presencia a los peatones, los ciclistas deben recurrir a un estruendoso chiflido.
¡Qué horror! Muchos de los accidentes que les ocurren podrán evitarse si las autoridades del tránsito volvieran a exigir esos elementos como equipo obligatorio.Su alquiler oscilaba a razón de cinco centavos la hora y la garantía para su devolución era tan solo el conocimiento y la confianza que el propietario de la agencia tenía sobre su clientela. El tiempo de su uso se registraba en un cuaderno, en el cual, quienes éramos clientes habituales teníamos hoja propia.Aprender a montar en bicicleta era un procedimiento rápido y fácil, aunque contundente Nos íbamos a la lomita de El Achiral, cerca del hermoso nacimiento de agua fresca, pura y cristalina llamado “La Churrusca”, (hoy barrio Benito Juárez) y el hermano mayor nos largaba desde lo alto. Todo quedaba entonces bajo nuestra irresponsabilidad. Y aunque nos dábamos unos tremendos sopapos …
aprendíamos!.
*Y asociando ideas, en cuanto a porrazos, me ocupo ahora de aquellos ciudadanos que obstaculizan la vista en las esquinas para dedicarles estas redondillas, al mejor ritmo poético de
Sor Juana Inés, que espero aprovechen, para el bienestar general:
Hombres necios que posáis – sin oficio en las esquinas – y creyendo ser vitrinas – qué colisiones causáis.Si de tertulia gustáis – id a otro sitio en la cuadra –que un escozor me taladra - cuando la vista estorbáis.Cuál de vosotros tendréis – la fineza de moveros? – y, al derecho o al revés, – mas a cualquier lado haceros.Que si un accidente ha de haber, – a quién la culpa cargar: - Al que se para a estorbar – o al que choca por no ver?