lunes, abril 07, 2008

Matilde Espinosa


POR: Diógenes Díaz Carabalí

14 Libros de poesía dejó Matilde Espinosa, la poeta de Tierradentro. Nacida en Wila, un pequeño caserío arriba de Belalcazar, junto a Tóez, a La orilla del río Páez y en las estribaciones del nevado que por estos días ruge cada vez que se le antoja. Vivió casi un siglo —murió en Bogotá el pasado mes de marzo— , y en ese siglo (XX) vio frustrados los valores no se sabe por qué; porque le dolía el indio y los patirrajados de su pueblo: testigo de una historia en lo exabrupto, entre el dolor y la tragedia propiciada por la naturaleza muchas veces, o por la imparquedad de los hombres otras tantas.


Ha dicho el poeta Felipe García que Matilde Espinosa se alimenta de lo elemental. Es que cuando se la lee —para eso me ha servido su muerte y los últimos días de marzo—, se encuentra en sus libros la intrascendencia, con lenguaje y elementos cotidianos que construyen su universo. Da la impresión de un ser inamovible, como si jamás hubiera marchado de su terruño enmarcado por la montaña, el río, el viento, las nubes, el nevado del Huila pasivo para su época, las estrellas, y las ciudades como un heterónimo visto desde afuera, sin comprender las dimensiones, en una mujer que vivió su juventud en Santander de Quilichao, casada en Popayán con el pintor Efraim Martínez, de quien “por su mal carácter”, según su propia afirmación, cuando ligada “hasta que la muerte nos separe” se fue de la casa a riesgo de morir en la hoguera. Metida a comunista se atrevió en segundas nupcias con el intelectual Luis Carlos Pérez, de quien gustaba llevar su dePérez con cada letra, tal vez porque necesitaba como todos un hombro para apoyar su cabeza. Vivió en Paris, los países socialista y finalmente en Bogotá.


“Los ríos han crecido” (1955), “Por todos los silencios” (1958, “Afuera las estrellas (1961), “Pasa el viento” (1970), “El mundo es una larga calle” (1976) “ La poesía de Matilde Espinosa” (1980), “Memoria del viento” (1987) “Estación desconocida” (1990), “Los héroes perdidos” (1994), “Señales en la sombra” (1996), “La sombra del muro” (1997) “La ciudad entra en la noche” (2001) y “La tierra oscura” (2003), constituyen el itinerario bibliófilo de esta mujer que llenaba el espacio con su presencia, de un don embrujador y rasgos de belleza conservada, ponía arrozuda la piel con su voz de cascada como el mismo furioso Páez.


Asomada al abismo/ donde se aquieta el sueño/ vi levantarse, no el renuevo fresco/ sino el enjambre turbio/ de manos que tejían/ enervantes aromas/ y espectros imposibles, era la dialéctica de sus versos porque de pronto pensaba la vida como un hálito, adonde venimos para encontrarnos con nosotros mismos: Ni somos una vaca para comer y depositar plastas y que nos halen las tetas; somos seres para sublimizar, y en este sentido Matilde Espinosa vivió sus libros y sus versos, con el recuerdo palpable y hasta inconsciente de sus orígenes, para aquellos que le deben un reconocimiento. Quienes la evitaban por su particular percepción del mundo, permitan que trascienda con sus versos, su única ambición.

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