jueves, abril 24, 2008

reseña LITERARIA


LIBRO: DEFENSA INDÚ
Poemas al Ajedrez
AUTOR: Elvio Cáceres, 2004
Por Donaldo Mendoza




El poeta juega muchas veces al ajedrez sin tablero,
y por eso no entendemos sus movimientos.


Fernando LÁZARO C.



Este pequeño libro de Elvio Cáceres (1955), en formato de 14 por 21 cms., fue posible gracias al mecenazgo de un colectivo de amigos. Fueron mil ejemplares que él mismo se encargó de vender.
Elvio, “el poeta que nunca ha ido a la universidad”, le debe a la madre Naturaleza el don de la poesía. Esa circunstancia hace que la poesía sea también su trashumante biografía. Una expresión, con sus respectivas variables, recorre la ágil senda de las 32 páginas del libro, hablando de su vida y oficio: trebejos, trebejero, trebejista…Su ilimitada vitrina de vendedor es la ciudad, urbano ajedrez hispánico. Esa ciudad se metió en el corazón de Elvio, lo hizo ajedrecista y le reveló los misterios de este juego que el lector intenta descifrar.
En busca de ayuda para entender estos poemas, indago enciclopedias y me sorprende que “ajedrez” viene del sánscrito, o <>; “chaturanga” es el vocablo védico que distingue al juego. Los misterios siguen, y una pregunta: ¿cómo se puede hacer poesía con algo que tiene como única retórica el silencio? Elvio lo logra (poesía es milagro), porque Jugar es mi destino, confiesa en el primer poema; y como en la creación bíblica, vengo de la nada / y a lo mucho voy p. 8. En el tercer poema ya tiene el ritmo para su canto: su trinar / parece más acompasado. p. 9. Alfil, al filo de un alfil afilado p. 10.
Elvio funda su poesía en la abreviatura de la línea y en la simplicidad del lenguaje: cuanto más juego, más tierno / cuanto más tierno más sencillo, p. 11. Una pesquisa sobre la totalidad, apenas entrega estas pocas rarezas que no registran los diccionarios: eloidial, octovino, fianchetos, combinativo, estoniano.
La unidad del poemario fue hábilmente tejida desde el universo del juego: peón, caballos, alfil, dama, rey…Esa nomenclatura va hasta el silencio de los dos últimos poemas, que no son nombrados.
En suma, “misterio” es un término legítimo para hablar de poesía en este libro. Aquí cada cosa revela su enigma; de la torre se dice: Todo en ti es rectitud / ¡Qué armonía! p. 12, y sus caballos, que hizo galopar / en los tableros de ajedrez. p. 24. Cerca del final, lo que fue poesía y destino, ahora es también hogar: Amado cuadro / cuadro fiero, / que de casa sirve, / son treinta y dos sus habitantes. p. 16.
En el último poema, el lector está seguro de poder decir con el poeta: ¡Hemos jugado una gran partida! p. 30.

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