POR: FABIO AREVALO
Funesta pasión extrema (II)
Los hinchas pueden calificarse de racistas en la medida que el fútbol ocupa un lugar importante en la definición de la identidad nacional o que han dado preferencia a los criterios del derecho de sangre a la hora de definir ciudadanía. Desde este punto de vista, Francia, Argentina y en menor medida Brasil son los escasos países que han presentado equipos nacionales compuestos de jugadores procedentes de las sucesivas oleadas de inmigración o al menos de sus descendientes. La mayoría de figuras de la selección francesa tiene origen en regiones lejanas.
La infiltración de la extrema derecha constituye una posible explicación, pero los problemas generados por la apertura de las fronteras o la fuerza de las identidades fundadas sobre una base étnica, son así mismo pertinentes. Mediante este ejemplo puede constatarse cómo el fútbol, merced a su propia dinámica, favorece la expresión de las tensiones sociales. Sin embargo, el estado y gravedad del nivel de violencia son distintos según los países. Aquí juega papel vital la formación personal y la orientación deportiva de la sociedad por parte de las autoridades competentes que muchas veces sólo quieren que los estadios se llenen de personas sin criterio o cultura deportiva. Priman el negocio y el populismo por medio de un espectáculo que esconde debilidades en políticas sociales. Es una especie de corrupción de la información y la verdad, que apoya la violencia debidamente patrocinada por autoridades, dirigentes y sus aliados. Comúnmente la violencia ha sido asimilada con elementos físicos.
No obstante esta realidad material es preciso desmitificar la idea interiorizada en nuestra sociedad por el poder: la violencia significa también la existencia de niños descalzos jugando, recogebolas que no asisten a la escuela, desplazados en los semáforos, maltrato en los servicios públicos o la gente sin posibilidades de participación. Es violencia invertir en unos pocos antes que en proyectos de amplio beneficio social. Es la desnutrición que afecta a los descamisados de siempre. Intentar explicar el fanatismo deportivo toca muchos más factores condicionantes. Es correcto pensar que el deporte como espectáculo puede ser instrumento de descarga pero ello no explica "per se" la violencia. La exhibición lúdica puede constituirse en alivio positivo o negativo dependiendo de factores condicionantes que lo orienten.
Para aportar en la construcción de proyectos no violentos en el deporte son esenciales políticas serias, sin paliativos ni paños de agua tibia. Con una filosofía de juego basada en lo masivo como el primer renglón para obtener un desarrollo paralelo del equilibrio social por medio del mejoramiento sustantivo de deportistas y pueblo: es la tendencia hacia la democratización. En esencia, mientras no se entienda que el deporte es un reflejo dialéctico de lo que ocurre en la misma sociedad, el estadio y el juego seguirán siendo una manifestación de la violencia social.
*Consultor en ciencia deportiva