por: Fabio Arévalo Rosero MD*
Muchos comentaristas, locutores y redactores deportivos afectos al fútbol creen estar haciendo gestas originales en su labor. Particularmente cuando se trata del manejo del lenguaje deportivo, buscan lucirse con algunos términos que consideran técnicos y que les otorgan autoridad en su "precaria" sabiduría con la sensación de ser cultísimos.
Con frecuencia escuchamos y leemos sendos análisis de estos originales comunicadores que interpretan los resultados de ganar por pequeñas diferencias como una "victoria pírrica". Triunfo pírrico no es ganar en el fútbol 1 – 0. Puede ser un logro inobjetable, que al fin y al cabo otorga los tres puntos. Tampoco lo es que se alcance la ventaja por mínima diferencia jugando precariamente.
Una victoria pírrica es ante todo ganar a un costo tan alto que es preferible, no haberlo hecho. Es aquélla que se consigue con fuertes pérdidas en el propio bando. Victoria en que el vencedor sale peor parado que el vencido. El nombre proviene de Pirro, rey de Epiro (Grecia), quien logró una victoria sobre los romanos con el costo de miles de sus hombres. Se dice que Pirro, al contemplar el saldo dijo: "Otra victoria como esta y volveré solo a Epiro". Es entonces, un triunfo obtenido con grave daño para el vencedor.
El diccionario de la Real Academia Española define este término como: "Dicho de un triunfo o una victoria: Obtenidos con más daño del vencedor que del vencido". Aunque no se descarta, que la Academia, por el uso tan común del significado de algunos términos, deba aceptarlos por el dominio popular.
En el fútbol una victoria pírrica es un acontecimiento catastrófico. Por ejemplo, un equipo gana 3 – 0 con gran esfuerzo, queda sin embargo eliminado de la fase siguiente, por tener menos puntos o bajo gol promedio. O con el mismo marcador, sus mejores jugadores terminan lesionados y le expulsan a otros cuatro. En el siguiente partido se ve obligado a jugar con los suplentes y sale derrotado. El primer resultado fue una victoria muy costosa, un triunfo pírrico.
Nuestros comentaristas deben evitar hacer el ridículo y aparecer como iletrados. Los oyentes, lectores o televidentes no son tan ingenuos como para pasarles sus expresiones improvisadas y facilistas. El idioma español exige un juicioso estudio para tener derechos genuinos de manifestarse en público. De allí que no más victorias pírricas, porque de lo contrario seguirán apareciendo más columnas de opinión con la propuesta de "No más comentaristas deportivos". Se debe evitar ese papelón que está llevando a una especie de caricaturización de un sector muy importante del periodismo.
*Especialista en ciencia deportiva