domingo, diciembre 14, 2008

la verdad sobre las piramides

SEMANA.COM
Sábado, 22 de noviembre de 2008
DMG

Llama la atención la sevicia con la que se ha tratado por parte del gobierno el tema de David Murcia y de su empresa DMG. Llama la atención verlo esposado, con grilletes en manos y pies, y al ministro Santos hablando de cómo usaba "el dinero de los pobres" para comprarse carros de lujo, como si algún poderoso en Colombia, incluido él, no hubieran hecho lo mismo. Llama la atención en cambio que los paramilitares, verdaderos criminales, hablaran en versiones libres cuando lo deseaban y con incontables muertes encima hubieran tenido todas las garantías a su favor, incluido un viaje a Estados Unidos -disfrazado de extradición- que ha salvado a casi todos de seguir respondiendo por sus actos y dando nombres comprometedores. Algo, en la desaforada y súbita intervención estatal está mal. No solo por lo exagerada, por lo impopular, por lo abrupta. Sino sobre todo porque parece otra cortina de humo para ocultar hechos graves como el escándalo de los falsos positivos, como las denuncias (que han pasado a un segundo plano) de Salvatore Mancuso en las que revela que cuando Álvaro Uribe fue Gobernador de Antioquia, el paramilitar se reunió una decena de veces con su segundo al mando, Pedro Juan Moreno Villa, para organizar las Convivir que tanto defendió el mandatario y que generaron parte de la violencia actual. Moreno Villa, por cierto, murió en un accidente de helicóptero cuando ya se había vuelto un contradictor de Uribe. Una mujer, Nancy Ester Zapata, denunció por esos días ante una oficina de Derechos Humanos que Don Berna había mandado quitar un repuesto de la aeronave (según ella, Uribe sabía). A los pocos días apareció muerta con un cartel que la tildaba de 'sapa'.

O quizás no les importen estas posibles denuncias al gobierno, que han pasado a un segundo plano en los medios. Quizás sea una cortina de humo para evitar que se agranden las peticiones que se llevan a cabo en las marchas indígenas; una manera de ocultar que hoy mismo se haya dicho que la reforma política no castigará a los paramilitares; una nueva fachada para distraer a la opinión pública de que el proyecto de reparación de víctimas no tuvo en cuenta a la sociedad civil ni a las víctimas mismas.
Lo que sí es cierto es que aunque el caso de DMG demostraba una descomposición más dentro de la habitual descomposición nacional, le daba algo a la gente a cambio. Aunque parezca ilógico, no lo es. La gente de este país ya ha interiorizado que quien le corta una mano a otro se le paga, que a los militares que matan inocentes los ascienden, que el gobierno premia a los delatores aunque no se tengan pruebas contundentes, que los políticos saquean los erarios públicos y siguen libres, que los paramilitares y los guerrilleros delinquen y no sucede nada con ello, salvo diálogos de paz. Cuando un hombre les da algo a cambio, sea lo que sea, la gente lo agradece. Eso hizo David Murcia: darle dinero a la gente, lo que en esta sociedad significa esperanza o al menos poder adquisitivo, y al mismo tiempo posibilidad de cambio. Y lo más sorprendente: sin quedarle debiendo ni estafar a nadie hasta la intervención estatal. DMG le ha hecho perder la fe en los bancos a la gente, que ya entiende que estos crecen millonariamente sin que sus intereses sean siquiera mínimos con sus ahorradores, y en cambio sí sean exagerados con las cuotas cuando se les debe. Ha hecho que las personas le pierdan el respeto a un gobierno que cuando es para su conveniencia elude las responsabilidades y aprueba la ilegalidad, habla de progreso mientras los sueldos se envilecen, las garantías se pierden, el trabajo disminuye y la pobreza no se ataca sino que se favorece a las empresas y a los empresarios. Ya no les importa el argumento de derrotar a la guerrilla porque entienden que con guerrilla o no el problema es de inequidad. Por eso, quizás, apoyan a una persona como David Murcia, que, en medio de la descomposición, les devuelve algo. Y que nunca les falló hasta que el gobierno intervino a su empresa DMG les ha abierto los ojos a millones de personas, que entienden, ahora, que la inequidad y la injusticia no son tan normales. Que si bien nadie volverá a darles un interés del 100 por ciento o más, sí hay otros estamentos que les niegan sus derechos y se enriquecen a costa de ellos. Por eso a la gente no le importa si David Murcia compraba carros caros, porque también les daba a las personas la posibilidad de tener por fin su propio auto o lo que pudieran adquirir. Les importa, sí, que los Santos, los Uribe hijos y padre, sus representantes elegidos democráticamente y los bancos poderosos, además de las empresas y corporaciones, se sigan enriqueciendo a costa de los demás, ellos sí en sus carros lujosos sin dar nada a cambio a nadie.
Por Enrique Patiño Publicado 11/21/2008

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