martes, diciembre 16, 2008

La peste

Alexander Buendía A.
albuendi@hotmail.com Popayán — Colombia
Cofradía

por: ALEXANDER BUENDÍA ASTUDILLO


Generalmente aparece cuando menos la esperamos. Es más, a veces hace su entrada triunfal porque pensamos que su arribo es como la cura de un viejo mal. Incluso –los devotos más fervientes– se atreven a celebrar con regocijo su llegada pues los antiguos y conocidos síntomas van cambiando como si se tratase, en efecto, del antídoto esperado para la vieja enfermedad, según algunos, ya decadente.

No es más que un sueño, una ilusión pasajera, en los mejores casos, o el espejismo colectivo que muchos quieren creer a pesar de que las evidencias indiquen todo lo contrario. La peste entra y sencillamente convive con los otros males, con los añejos y con los más recientes. Y cuando entra, quiere quedarse… a veces, para siempre.

La peste tiene una capacidad asombrosa para mimetizarse, esconderse detrás de los organismos aparentemente sanos y salir avante después de los controles de rigor. Los análisis más exhaustivos –generalmente los externos– no es capaz de burlarlos y por eso los evita. Cuando se trata de síntomas es absolutamente moldeable; es capaz de mostrarse “saludable” para simular que nada pasa o de intervenir y molestar en lo más sensible con tal de logar un efecto secundario que sin duda termina favoreciéndola.

Sus consecuencias demoledoras no se ven a corto plazo, pero en el mediano y largo sí, ¡y mucho!, aunque a veces ha logrado enquistarse tanto que aquello que a todas luces es una llaga maloliente que supura, hay quienes la contemplan como un fluido normal que no afecta a nadie o que simplemente es un efecto secundario –colateral, dirían otros– que demuestra que el viejo mal está “en las últimas”. Los más optimistas –o cínicos– dirán que se trata de “un mal menor”, que bien vale la pena padecer con tal de librarse del “mal mayor”.

Lo peor es que la peste no se queda allí… ¡muta! Se transforma lentamente y crea nuevas y peores calamidades, elimina los anticuerpos y destruye la capacidad de raciocinio, generalmente nubla la vista, ensordece y estimula la amnesia. Así es la peste, nada de lo que trae es positivo; todo es, más bien, falso.

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