COFRADÍA
POR: Alexander Buendía Astudillo
Recuerdo que la primera canción que escuché de Silvio Rodríguez fue “Fábula de tres hermanos”. En ella se relata cómo tres hombres “salen por la vereda a descubrir y a fundar” pero ninguno logra algo verdaderamente importante porque cada uno tiene sus propias limitaciones que no alcanzan a ser superadas por sus virtudes. Los tres se hicieron viejos queriendo ir lejos pero nunca llegaron a su destino.
Si uno escucha a Silvio, pasar a Pablo Milanés es inevitable. Curiosamente, muchos de mis amigos llegaron a Pablo no por la vía del unicornio azul sino gracias a Guayacán, con su versión de salsa de “Yolanda”. Pero independientemente del camino, muchos de mi generación —y de la previa a la nuestra, y de la previa a aquella— transitamos de una u otra manera por los creaciones de estos cantaurores cubanos. Es más, en alguna recepción de boda escuché como serenata a la novia “Te amaré”, una de las pocas canciones muy románticas de Silvio Rodríguez.
Lo cierto es que estos compositores (muy buenos ambos) y cantantes (uno mejor que otro, según dicen los expertos) marcaron varias generaciones de jóvenes que se enamoraron e “hicieron la revolución” escuchándolos. Hoy en día son unos clásicos y sus composiciones ya no despiertan las “sospechas” de años atrás. Sus discos y videos se consiguen muy fácilmente en las tiendas, algunos bares programan audiciones que llenan con estudiantes universitarios y las descargas de internet de sus creaciones son frecuentes y abundantes.
Hablo de Silvio y de Pablo porque son los más conocidos —habrá alguien que diga los más comerciales, o comercializados— y los más escuchados en nuestro medio de lo que hace cuarenta años nació como Nueva Trova cubana. En esta semana que termina se cumplieron justamente las cuatro décadas de este movimiento musical que influenció a toda una generación de cantantes y compositores cubanos y que en toda Iberoamérica hemos escuchado y cantado a veces hasta rabiar.
Y mientras escribo esta columna, no puedo dejar de evocar un concierto de Silvio, al que asistí en medio de una multitud de seguidores que encendía velas (no celulares como hoy se acostumbra); en aquel concierto Silvio terminó su repertorio con “Te amaré”. En esa época estaba muy lejos de imaginar que ese mismo tema sería la canción principal de una recepción de bodas.
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