sábado, febrero 09, 2008

De las marchas y las violencias


por: CARLOS E. CAÑAR SARRIA



Los promotores y organizadores de las marchas del 4 de febrero enfatizaron que el objetivo ‘único’ era protestar contra las Farc por sus abominables prácticas, lo cual se entendió como rechazo al secuestro y al terrorismo y en pro de un acuerdo humanitario que permitiese remediar la trágica situación de los secuestrados y sus familias.
Como expresión de sociedad civil fue significativa la participación en un país escaso de solidaridad del que se dice pasa de todo pero nada pasa. Sin embargo, sus promotores y organizadores desconocieron que Colombia -catalogado como uno de los países más violentos del mundo- no cuenta únicamente con un actor y una modalidad de violencia, sino que son muchos los factores y actores los que han impedido e impiden la construcción de una cultura polìtica por la paz y la convivencia civilizada.
Al respecto, la Comisión de Estudios sobre la Violencia en el libro “Colombia: Violencia y Democracia” (Universidad Nacional de Colombia, 1987) enfatiza que “Mucho más que la del monte, las violencias que nos están matando son las de la calle”. Agrega que el 90% de la delincuencia no es de naturaleza polìtica sino de factores provenientes de las desigualdades sociales que se expresan en actitudes violentas para resolver los conflictos. De otro lado, el investigador Miguel Ángel Afanador Ulloa en su estudio “Criminalidad y derechos humanos” (ESAP, 1995), sostiene que los colombianos nos encontramos con las siguientes conductas criminales: “Violencia del crimen organizado contra políticos y periodistas, violencia del crimen organizado contra particulares, violencia de guerrilla contra el Estado, violencia de guerrillas contra particulares, violencia de agentes de organismos de seguridad del Estado, violencia del Estado contra la protesta popular, violencia del Estado contra minorías étnicas, violencia de particulares no organizados u organizados”.
El problema de la guerra en Colombia no puede seguir siendo parcelado ni parcializado y ello significa la necesidad de un compromiso colectivo que consolide una cultura por una paz estable o duradera. Resulta inadmisible que sectores uribistas como el Partido de la U, a pocas horas de realizadas las marchas, propongan una segunda reforma de la Carta Polìtica para promover la segunda reelección de su jefe. Ello demuestra que más que estar motivados a protestar contra las Farc y sus acciones violentas, que más que estar interesados en los secuestrados y sus familias, que más que estar preocupados por la paz del país, están ansiosos por perpetuar en el poder a su líder irremplazable e imprescindible. ¡Oportunismo y mezquindad!
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