La muerte del cristo en Popayán
.(Parodia)
Por: Álvaro Jesús Urbano Rojas
Por la gracia de Dios, Jesús de nuevo encarnó en la tierra, hizo su apostolado en Popayán,
Decían: Es un subversivo narcotraficante, debe ser extraditado. Entonces lo torturaron para que develara a toda su banda, le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban. Venida la mañana, todos los principales sacerdotes y los políticos religiosos del pueblo entraron en consejo contra Jesús, movilizaron a las comunidades indígenas y campesinas y para presionar se tomaron la carretera panamericana. Una vez en pie delante del fiscal; en la diligencia de indagatoria éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el seudo Mesías que busca el poder por medios revolucionarios, con el cuento del amor y dejarse golpear la otra mejilla? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. Y nada más respondió. El fiscal entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? Pero Jesús guardó silencio; de tal manera que el Fiscal se maravilló mucho. Ahora bien, por la ley del perdón y reparación debo dejar el libertad a los que se sometan a la justicia, y entreguen sus armas. Siempre he entregado el Amor que es mi única arma dijo Jesús. El fiscal ante la suplica de su esposa, se negó a tramitar su extradición.
Entonces lo secuestraron y lo entregaron a los paramilitares, arguyendo que era un peligroso sedicioso. Caminó su calvario por altas montañas, una vez en presencia del comandante citó al pueblo y los conminó: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: !!Sea dado de baja! Y el comandante, les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Ellos gritaban aún más, diciendo: !!Sea dado de baja! Viendo el Comandante que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos, delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá Ustedes. Y respondiendo a todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre ustedes, y sobre sus hijos. Habiendo torturado a Jesús, le entregó para ser fusilado. Entonces llevaron al pretorio; le quitaron su túnico blanco, le pusieron frac y una banda presidencial con espina de cactus e hincando las rodillas delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Viva el presidente, el enviado de Dios, el Mesías! Y escupiéndole, le golpeaban en la cabeza. Después lo llevaron para fusilarle. Él los miraba con desden, más ellos con alacridad, pusieron: “Jesús redentor de los colombianos” Entonces lo fusilaron con dos ladrones un paramilitar a la derecha y una guerrilla a la izquierda. Como testimonio para perpetuar en el tiempo el más vil de los asesinatos. Aún lo sacan en procesión. Nunca entendieron que al tercer día resucitó. E ahí el misterio de su gloria.