jueves, enero 11, 2007

Lo bueno y lo malo de Popayán


Horacio Dorado Gómez

Otra ofrenda floral a Sebastián de Belalcázar en el cumpleaños de la bien amada ciudad, más envejecida, maltratada, y abandonada.

Como siempre, unos hijos ricos y gordos, y otros pobres y desnutridos. De Popayán se atreven a contar públicamente sus virtudes, pero no a confesar sus pecados. Sin tapujos digamos lo bueno y lo malo de Popayán.

Lo bueno: el entorno geográfico, sus cerros tutelares de donde la panorámica deja notar su belleza. El clima, “pareciera inventado por los poetas”. Ni muy frío, ni demasiado caliente. El aire aún limpio, más descontaminado que las grandes ciudades. Los barrios viejos y su arquitectura colonial resistiendo el abuso. Los ladrillos, los portalones. Los faroles como luciérnagas alineadas, en las noches lúgubres. Los cielos de arreboles, y atardeceres crepusculares. La gente buena, el “patojo” raizal, en vía de extinción; los que conservan modales haciendo parte del estilo chapado a la antigua. El Popayán de antaño, con su esplendor, reflejado en el don de sus gentes. La calidez humana, amigable. La cultura, las sanas costumbres, el respeto por el otro, por la mujer, por los niños, por la edad. La palabra como regla de oro. La palabra empeñada, cuando se habla de honorabilidad, no la moderna y opaca ´transparencia´ de hogaño. La ciudad bonita y blanca. La gente que por la mañana no hace nada y por la tarde descansa, los que viven hablando de blasones y escudos. Es el sello inconfundible de la otrora Ciudad Colonial.

Lo malo: Popayán, madre de foráneos y madrastra de sus propios hijos. Aquí caben todos, y los que quieran llegar. La vulgarizaron, le cambiaron las costumbres. La democracia asfixiante, utilizando los cargos como trampolín político, y su huella en las vías, cual cráteres del Puracé en las históricas calles. Ollas quebradas, raspadas y memorias olvidadizas. Falta de civismo, y de respeto por los demás. Despilfarro del líquido vital. Caos automotor, por el enjambre de buses adueñados de las idílicas calles. Popayán de fiesta, mientras el asilo San Vicente de Paúl a la deriva. Bribones encorbatados alojados en calles y palacios del centro histórico. Desordenado crecimiento de la ciudad: `armónica` planeación y un amplio `sentido` de pertenencia por el pasado histórico y cultural. Aniversario 470 sin florecientes fábricas, ni grandes empresas productivas que reduzcan el desempleo. Es el símbolo de la pauperización del 80 por ciento de sus hijos, reflejada en barrios subnormales, miseria en los andenes, en esquinas, y semáforos; mientras los hijos ricos, las autoridades y el periodismo, se cubren los ojos con el antifaz de la indiferencia.

Civilidad: Profesar amor por la ciudad

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