lunes, abril 27, 2009

Que el pueblo me juzgue”

imagen del presidente Valencia Muñoz

Por: Fernando Araújo Vélez

Este lunes se cumplen 100 años del nacimiento de Guillermo León Valencia, presidente colombiano entre 1962 y 1966.
EL ESPECTADOR

Foto: Archivo - El EspectadorUna de las imágenes más recordadas de Valencia, que desde el lunes hará parte de una exposición sobre su vida en la Casa del Partido Conservador, en Bogotá.
Pocas veces fue al colegio porque su padre, el poeta Guillermo Valencia, creía que era preferible educarlo en casa, con más libros de Dostoievski o Balzac que de texto, y por supuesto, con más poesía de Víctor Hugo o de Hölderling que con tratados tendenciosos de historia. Sus profesores fueron preceptores, hombres que ya por aquellos comienzos de los años 20 vivían como inmortales: los Maya, Arboleda y Zambrano. Cuando una vez al año Guillermo León Valencia se aparecía por las aulas para saludar a sus compañeros de clase, su paso por las callecitas de Popayán era poco menos que vitoreado por las señoras de entonces, que comentaban días y semanas sobre sus grandes moños de gasa blanca y sus cuellos de celuloide. El muchacho, decían, era una especie de príncipe al que había que cuidar, instruir y preservar.
Como príncipe se graduó de bachiller y como príncipe estudió derecho en la Universidad del Cauca, sin que le importara recibir títulos o grados. Como príncipe fue elegido concejal y diputado en Popayán, trasladado a Bogotá, senador, y como príncipe, desde su elocuencia cuando la Universidad le otorgó un honoris causa en el 56, fue uno de los principales contradictores del régimen dictatorial de Gustavo Rojas Pinilla, quien pretendía perpetuarse en el poder.
Dos años más tarde, Valencia era el candidato ideal para inaugurar con sus aires aristócratas el primer período del Frente Nacional que debía terminar por siempre y para siempre con los odios, muertes y disputas de liberales y conservadores, pero una silenciosa venganza urdida por Laureano Gómez postergó sus aspiraciones y desde la sombra vio pasar los cuatro años de gobierno de Alberto Lleras Camargo. En el 62 fue presidente. Estaba escrito en letras invisibles que aquel hombre al que habían formado desde niño para dirigir, y al que los políticos de su tiempo reverenciaban con admiración, “no por lo que él signifique intrínsecamente, sino por ese halo de grandeza del maestro”, como lo describía el periodista Camilo Restrepo, iba a llegar al Palacio de San Carlos.
Desde el poder prometió acabar con las “repúblicas independientes”, grupos de guerrillas que se habían diseminado por el país para menguar o fulminar la democracia de papel en la que se había convertido el Frente Nacional. Atacó los campamentos subversivos de Marquetalia en el 64, pero de esos ataques sobrevivieron los resentimientos políticos y las venganzas, y Pedro Marín, Tirofijo, quien fundó en 1965 las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Creó la Junta Monetaria como suprema autoridad en el manejo de las políticas económicas y construyó más de 60 mil viviendas de tipo social. Recibió a Charles de Gaulle como héroe de la humanidad, pero en su discurso de bienvenida dijo que era el presidente de la República de España.

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