domingo, agosto 26, 2007

MERCADERES

MERCADERES

Por: Marco Antonio Valencia

En Mercaderes Cauca todavía la gente se despierta con la paz del trinar de los pájaros y el cantar nítido de los gallos. Pero igual, desde tiempos inmemoriales, es rara la semana que no se acuestan con la noticia de un muerto o un asesinato. Es un pueblo con una larga historia de violencia que tiene que ver con asuntos de mafias, paramilitares, delincuencia común, venganzas familiares y el genio atravesado y celoso de sus gentes. Los viejos de antes, llegaron a decir que era un pueblo donde se trancaban las puertas con muertos; y durante años, muchos justificaron los asesinatos selectivos con argumentos de limpieza social, el que la hace la paga, el ojo por ojo; y el desacato absoluto a las autoridades. Un habitante me dice que el nivel de violencia no ha bajado, sino que en los municipios cercanos los índices criminales han crecido.

Muchos niños mercadereños, a estas alturas del siglo XXI todavía anhelan ser grandes para tener una metralleta que les de poder, y por allí mismo, lograr que los demás los respeten, le teman, lo envidien (y las mujeres) lo quieran. Y si hoy no andan armados, cuando sean grandes serán como sus héroes: policías, soldados, o… mafiosos.

Es un pueblo de mayorías cristianas a pesar de la docena de cultos religiosos que andan enganchando cristianos arrepentidos o ateos indecisos; pero a las jovencitas de hoy no les gusta casarse por religión alguna. Quieren vivir con sus parejas así no más, sin amarres. Y el madresolterismo con padres que responden, parece ser un destino normal, así como irse a aventurar a Cali, o tener la oportunidad maravillosa de subemplearse en la alcaldía. Pocos jóvenes por la pobreza (o la pereza de calentanos que les corre pierna arriba, me dice un padre de familia), aspiran a la universidad, terminado su bachillerato.

Es un pueblo donde todavía quedan familias originales viviendo en caserones con abuelas matriarcales que hacen oficio hogareño todo el día, en contraste de las numerosas flotas llenas de personas desplazadas del Putumayo (y otras regiones), que han llegado en los últimos años para quedarse en barrios nuevos y casas de dimensiones normales. Con los desplazados el pueblo ha crecido, pero por culpa de ellos, dicen algunos, los racionamientos de agua son más largos; y si bien se han abierto otros negocios y el pueblo tiene más movimiento, “con esa gente” han aparecido atracadores y “la seguridad y tranquilidad” de antaño, ya no es la misma. Aún así, durante el día, todas las puertas que dan a la calle permanecen abiertas, y en la mañana, como decía, de todos los solares cantan los gallos y los pájaros… (valenciacalle@yahoo.com)

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