El fondo del problema es educativo
EDITORIAL EL LIBERAL
15 DE ENERO
En los días finales del 2010 y el comienzo del presente años, ingresaron al Hospital Universitario San José varias personas quemadas por pólvora, incluyendo menores de edad. Incluso, en relación con el mismo tema en otra regiones, hace algunos días falleció en el Hospital Universitario de Santander una niña de 18 meses de edad, víctima de quemaduras producidas por el uso incorrecto de pólvora, en hechos ocurridos en las fiestas de fin de año. La tragedia, pese a las numerosas y muy difundidas advertencias de los riesgos que entraña tal acto, además de estar prohibido.
En las fiestas de fin de año, en los días de retorno de la temporada de vacaciones y durante las recientes Fiestas de Pubenza, el número de accidentes callejeros, asi como de comparendos que fueron impuestos a conductores por ir al volante de vehículos estando bajo los efectos del licor, fue escalofriante.
Ello sucedió pese a las campañas publicitarias que a través de diversos medios de comunicación se divulgaron advirtiendo de los riesgos de tal proceder.
A esa irresponsabilidad criminal se le suma que es de conocimiento público que las multas que se imponen a quienes incurren en tal conducta son cuantiosas y las sanciones son severas. Además, el país sabe que para la Ley Penal, hoy en día, quien estando bajo los efectos del alcohol se vea inmerso en un accidente de tránsito con saldo de muertos o heridos, incurre en un delito grave con dura pena de prisión.
Pero pese a todo, los colombianos siguen conduciendo vehículos estando bajo los efectos del licor.
El número de lesionados y muertos en riñas y violentos hechos de sangre ocurridos en las últimas semanas ascendió a cifras que erizan la piel.
¿Qué pone en evidencia el listado anterior? Que el problema no es represivo, ya que hay sanciones severas para todo lo mencionado y el conglomerado conoce la dimensión y consecuencias de tales conductas.
Todo lo anterior sin contar con los mal llamados juegos con talcos, pinturas y agua en el que se registraron excesos por parte de personas alicoradas, a tal grado que fueron catalogados como agresiones e imprudencias que hasta personas lesionadas dejaron. Aparte también de la destrucción de espacios públicos como pasó en el sector de Carantanta, en donde un horda de jovenes enagenados por el alcohol y tal vez por otras sustancias psicoactivas, convirtieron en un muladar esa zona verde que siempre debería estar destinada a la recreación y sano esparcimiento de la ciudadanía en general.
Así, la conclusión a que se debe llegar es que no solamente reprimiendo al hombre se logra que se abstenga de incurrir en faltas y que si nuestra sociedad aspira a cambiar el comportamiento de nuestros compatriotas, tiene que centrarse en hacer campañas educativas.
Por esa razón, lo indicado es implementar una seria, amplia y permanente labor educativa desde la más tierna infancia para que se fije en la conciencia de cada colombiano un valor cultural basado en el rechazo a tales procederes.
Mientras ello no ocurra, en épocas de festividades se puede invertir en campañas de advertencia el dinero que se desee, tratando de que disminuyan tales conductas pero año tras año seguiremos con estadísticas que quitan el aliento.