jueves, noviembre 12, 2009

Seguridad para el Cauca

EDITORIAL EL PAÍSJ

Jueves 12 de noviembre de 2009
El Editorial
Seguridad para el Cauca

Noviembre 12 de 2009 Los cambios definidos por el Gobierno Nacional para la seguridad del departamento del Cauca son decisiones que deben producir resultados. Ya es hora de ponerle fin a la zozobra permanente que la guerrilla y el narcotráfico le producen a una región necesitada de tranquilidad. La situación del Cauca no es nueva. Su posición estratégica como corredor entre el centro del país y el océano Pacífico lo convirtieron en corredor para los grupos que han querido montar allí focos de violencia, movimientos subversivos o simples organización criminales para explotar el narcotráfico. Su mezcla de montañas y selvas que terminan en el mar llevaron a crear enclaves que han cambiado en forma dramática la vida de sus habitantes, en su mayoría pertenecientes a comunidades indígenas o de raza negra. Como cualquiera puede observar, no son comunidades con la fortaleza necesaria para rechazar la delincuencia, pese al espíritu de resistencia y organización que han demostrado, en especial las indígenas.

De eso dan prueba las decenas de ataques que han debido soportar localidades como Toribío, o el ambiente de temores que de tiempo atrás rodea a Santander de Quilichao, Corinto, Caloto y Miranda, en el norte del departamento. Y qué decir de la llamada Bota Caucana o de las comunidades que habitan en Guapi, Timbiquí y la zona costera. Por eso, el Estado debe incrementar la presencia de su Fuerza Pública en el Cauca. Aunque siempre ha sido notorio el espíritu contestatario de algunas comunidades y sus exigencias frecuentes para lograr reivindicaciones, la ya larga tradición del departamento como foco de conflictos se debe ante todo al intento de la delincuencia y de los grupos subversivos por aprovechar su envidiable ventaja geoestratégica. Ventaja que, por demás, no ha sido bien explotada, lo que ha generado problemas sociales de gravedad indudable.

Ahora mismo, y ante el embate de las autoridades para rescatar la soberanía en la zona montañosa del nororiente caucano, las Farc hacen esfuerzos desesperados por defender reductos que pretendieron mostrar como inexpugnables y por donde circulan sus máximos cabecillas. Y se valen del amedrentamiento a la población, usando el terrorismo y el trabajo de milicias expertas en mantener el temor y el ataque traicionero a quienes no comulguen con ellos. Mientras, en el sur del departamento tienen reductos que disputan con el ELN y organizaciones paramilitares, cuando no actúan como aliados para explotar el delito. Ese es el estado de cosas que la autoridad legítima no puede permitir por más tiempo. Por ello, la decisión de trasladar los recursos que sean necesarios, incluida la Tercera División del Ejército, es más que necesaria: es esperada por los caucanos, que a diario deben soportar el asedio de la violencia en todas sus expresiones. Ataques como el de Corinto el pasado domingo no pueden repetirse. Como ha ocurrido en zonas donde ha llegado la Seguridad Democrática, devolverle la seguridad y la tranquilidad al Cauca puede ser clave en la construcción de un futuro para sus habitantes.

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