Por: Marco Antonio Valencia
Me cuenta mi amigo Platón que el día que aparecieron los hombres sobre la Tierra, Prometeo se robó para ellos el secreto de la técnica y el fuego, y así éstos salvaran su pellejo ante los peligros del mundo. Y con el fuego, los hombres construyeron armas y se defendieron de los animales. Pero los dioses viendo a sus hijos tan expuestos a los peligros de la naturaleza, pensaron que lo mejor era enseñarles “el arte de vivir en sociedad”, y fue así cuando se les ocurrió la creación de pueblos para que los hombres vivieran juntos. Pero como siempre, frente a la ignorancia, ninguna buena idea es buena, y en pueblo chico infierno grande. Y como si fuera un país de traquetos, los hombres comenzaron a matarse unos a otros.
Ente este nuevo problema, el viejo Zeus, como buen padre, envío con un sirviente “el don de la justicia y del respeto” para que todos los hombres pudieran vivir en comunidad pero en paz. –Es necesario, dijo Zeus-, que todos los hombres tengan estas cualidades, pues sin ellas jamás habrá ni sociedad ni poblaciones, y quien no las tenga, que sea excluido como peste. Y de esa historia, me dice Platón, nace el respeto como un don necesario para la convivencia.
-Y la justicia, le digo.
-Sí, la justicia, que como decía Aristóteles, “es la apreciación de lo justo”. Y con los hombres viviendo juntos nacen los pueblos y con los pueblos la necesidad de gobernarse, y de esa necesidad, nace la democracia: “la forma más corrupta del poder de una multitud”.
Y me cuenta Platón, que en alguna ocasión, siendo muy joven, lo invitaron a hacer parte de un gobierno después de una revolución que tumbó al régimen imperante por corrupto, pero sus esperanzas e ilusiones de justicia se vinieron a tierra cuando los nuevos gobernantes resultaron más corruptos, más engañifas y más burdos que los anteriores.
-¿Y eso? – Le pregunto. - Es que los gobiernos no los hace un caudillo, los hace un equipo de gente que va en sintonía con las ideas de un líder, pero cuando el líder piensa una cosa, y los subalternos hacen otra, la vida política se hace muy difícil. El líder delega, pero los delegados puede ser que no les importe ni la sociedad ni la política, y solo están allí para llenar sus bolsillos. Y para finalizar me dice, que la peor desgracia del político, es no poder tener confianza en los subalternos que lo acompañan, ni en la sociedad corrupta que los eligió y que después quiere quemarlo en la hoguera.
Le pregunto si me está hablando de algo en particular, que si debo comparar su historia con alguna historia de gobierno local… el viejo abre los ojos como lunas en invierno, me mira con expresión de enojo y dice “¿es que no has visto en el reality show en el que se han convertido la política de hoy? – Sí, claro, pero explíquese mejor. -Observa el ejercicio y verás a lobos poniéndose la piel de los gallos, y a los gallos aullando como lobos… pero nadie habla de lo que necesitamos realmente: ni de respeto ni de justicia, que son las bases de la convivencia.
POSDATA: Timbío como Puerto Tejada, palpitan como “bombas sociales”. La violencia urbana atemoriza ciudadanos. Hay miedo, inseguridad, zozobra y pérdida de valores humanos elementales.