jueves, febrero 01, 2007

POPAYÁN AYER Y HOY

Horacio Dorado Gómez

¡Cómo ha cambiado mi pueblo!

Para bien o para mal, mi pueblo ha cambiado. En todos los aspectos Popayán ya no es la misma. Encontrarse un “patojo” en la ciudad, es como hallar una aguja en un pajar. Cuando eso sucede, nos embarga la alegría y surge la consabida frase: “¿Cuando llegaste, cuando te vas?” Tampoco encontramos un tamal ni para remedio. Y si se consigue son tolimenses y no los de pipían ¿Que se hicieron las Montillas? Ya no viven y con ellas se fueron sus deliciosos tamales. La preparación y presentación de los platos de las abuelas con las apetitosas comidas típicas como las sopas de tortillas, de mote, de carantanta o de envueltos con patacones, son cosa de muertos. En culinaria, Popayán era especial. Que tal las alchuchas rellenas de carne y huevo picado, y que decir de los “indios” envueltos en hojas de repollo. Escribo para los popayanejos, por eso, nada mejor que valorar a mi pueblo, recordando los lunes y jueves de frito de Celmira en dos brazos y el de la bruja en el barrio de los Hoyos, cerca a las Florez donde íbamos a bailotear. Nos lo reemplazaron por pizza, hamburguesas y los hot dog.

Escribo no solo para que me lean, sino para que no olviden o borren de la memoria las viejas tradiciones de nuestra añosa Popayán. Las cosas han cambiado y con los tiempos idos las costumbres en mi pueblo. Hoy en día a los difuntos ya no se les reza rosarios en los velorios, se les despide a punta de tríos musicales y si es ´acomodado´ con mariachis. Ahora hay más carros que gente, antes las ´berlinas´ eran para los de la escala más alta de la pirámide social. En el parque de Caldas, solo estacionaban los carros de ´ plaza pública ´ como se denominaba a la ´ fiebre amarilla` o taxis de hoy. La flota carbonero era la más prestigiosa, por la calidad de profesionales del volante que conducían con marcada caballerosidad y decencia. Desde luego, había que ir a buscarlos personalmente o llamarlos por el teléfono de manivela a través de la central que operaba desde el Hotel Lindbergh de propiedad de don Pedro Martínez. Años después, incursionó la primera flotilla llamada ´Tax Popayán ´, solamente de pequeños autos SIMCA 1204, cuyos socios eran: Monseñor Gustavo E. Vivas y Celso Nel Rodríguez Muñoz periodista y sindicalista.

Civilidad: Los recuerdos son el retroceso de la vida.

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